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Pasos al costado. ¿Qué tienen en común un disco, un libro y una pintura?

Abr 17, 2025

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Pasos al costado. ¿Qué tienen en común un disco, un libro y una pintura?
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Parte 1.

Far Away Irys.

Capítulo 1.

...Entonces, observé a mi alrededor. Me encontraba sólo, en medio de una pradera de un verde brillante, que resplandecía a la luz del sol. No muy lejos, en medio de la nada, había una choza. Me saqué el polvo de la ropa y me dirigí hacia aquella choza. Techo de lámina, paredes color gris con un deterioro notable del cemento pudiéndose ver algunos ladrillos, toqué un par de veces la puerta y luego de varios minutos sin respuesta, hice un intento de abrirla. Agarré la manija y empujé, pero estaba cerrada, trabada con llave. De todos modos, y sin querer, la puerta se había comenzado a desintegrar apenas había puesto una mano en la manija... Sin duda no era mi intención destruirla, de hecho ya ni siquiera me acordaba del poder que había pedido hace tan sólo un rato. 

Giré mi cabeza hacia los costados, me sentía culpable, y ciertamente lo era. Pensaba que me había metido en problemas, pero no había nadie a mi alrededor que me hubiera visto. De hecho, delante mío una vez la puerta quedó totalmente desintegrada, no había nada… literalmente un espacio en blanco. Di unos pasos hacia adelante con temor a caer en el vacío. Apoyé mi pie ligeramente y pude sentir suelo firme. Era inquietante, a cualquier dirección que mirase no había más que blanco.

Muy a lo lejos pude distinguir algunas formas extrañas, retorcidas, y que parecían al menos tener color. Cuando me acerqué, vi que eran una gran variedad de flores, pastos y enredaderas con varios bichos de diferentes tamaños y formas. Parecía imposible que pudiera existir algo así, ya que aquella vegetación brotaba del suelo que al tacto era totalmente sólido, sin duda no era un suelo de tierra, sino más bien de una especie de concreto. Había rosas, margaritas y escarabajos, además de otros tipos de bichos y flores que desconocía.

Continúe caminando, manteniendo una considerable distancia de la extraña vegetación, hasta toparme con a una persona; se encontraba sentado y con los pies estirados, aparentaba ser de la tercera edad, tanto su cabello como su bigote y su barba eran de color gris y estaban descuidados. Su ropa, una blusa color bordó cuello en franjas y pantalón gris no parecían haber sido lavados hace poco. En su mano izquierda sostenía una botella de lo que parecía un vino, cerca de él había una mochila, y a su lado habían dos perros que no eran de raza.

—Disculpe —dije acercándome a él lentamente—.  ¿Sabe en donde me encuentro?

El señor, dando un gran trago de su vino, se limpió la boca con la manga de su blusa y luego de varios segundos, volteó hacia mí lentamente y me miró con los ojos entrecerrados.

—Estás en el Reino del Tardío Amanecer, construido hace dos siglos. Humilde e infravalorado por partes iguales. Aquí hay buenos artistas, grandes mentes y la magia llueve a donde mires... Pero aquí la vida es dura. Ha sido mi hogar por mucho tiempo —respondió, y esas últimas palabras las pronunció con desgano.

—¿Qué? ¿Esto? ¿Un Reino? Pero si parece una choza que está a punto de derrumbarse —le dije en tono burlón.

—Es un reino, hay un rey... —respondió—. Estuve aquí desde que esto no era más que cimientos, he visto este reino levantarse y a su poblando aclamar a su alteza, conozco este lugar más que a mí mismo.

Mi cara de confusión debió haber sido evidente, algo de lo que decía aquel viejo no tenía sentido. O estaba borracho y delirando o es que él había vivido cientos de años.

—¿No tendrá un par de guantes que le sobren? —dije, tomando aire, intentando cambiar de tema.

—¿Tienes frío? —contestó, mirándome por lo bajo—. Eh, ten cuidado con Velita —dijo, y señaló a un costado mío.

Y sentí la presencia de alguien detrás de mí, y me volteé lentamente y con cierto grado de temor. Apenas pude ver la figura de aquella bestia, que sin dejarme siquiera pestañear se abalanzó sobre mí, y con rapidez logré esquivar su hocico que estuvo a punto de morderme.

—¡¿Qué es esta cosa?! —grité, y por instinto me cubrí la mano que la bestia casi me mordió.

Su apariencia era la de un cerdo, pero muy, muy grande, dos o tres veces más grande que un cerdo común. Era rechoncho, con gigantescos colmillos que los mostraba, frunciendo su ceño, como enojado conmigo por alguna razón. Su cuerpo era totalmente blanco, con relieves de tonos más oscuros, y en su cabeza había una pequeña vela encendida, que parecía formar parte de su cuerpo. Sin perder la mirada de la criatura, traté de acercarme al señor de los perros.

—Tranquilo, es así con los nuevos visitantes, ya se calmará… —me dijo con un tono demasiado calmado.

Perdí ligeramente la concentración al tratar de escucharlo, la bestia hizo una furiosa inhalación y luego exhalo hacia mí una gran llamarada de fuego. Me aparté de la zona de un salto, pero logró quemarme una parte del brazo. Me sorprendió, ahora sabía verdaderamente que no debía tomarme al cerdo a la ligera.

—¡¿Me vas a ayudar?! —le grité al viejo.

Y él se encontraba dándole sorbos a su vino, me quedé esperando a que él hiciera algo, pero no hubo respuesta.

Enojado, me puse en posición e intenté hacer lo que pensaba, sería una locura. Pero un valor me surgió desde dentro, y en el momento en el que el cerdo se me acercó de nuevo, le di un puñetazo en la cara. Y me quedé sorprendido por el resultado, ya que la bestia al sentir mi puño retrocedió varios pasos para luego, pude verlo en su rostro, enojarse enormemente, y con ese chillido característico de los cerdos, abrió su hocico y vi su aterrador interior. Vi aquellos gigantes colmillos que fácilmente podían triturarme los huesos, hipnotizado por el oscuro interior de las fauces de la bestia, vi emerger desde allí dentro de su garganta, un fuego. Por la forma en la que mantuvo su hocico abierto mientras estaba quieto en el lugar me dio la impresión de que daría otra llamarada, pero esperándolo, casi sin poder reaccionar, la bestia en un solo movimiento rápido se abalanzó hacia mí y me mordió el brazo izquierdo. Su boca agarró la mitad de mi brazo, sentí el dolor y también las llamas que me quemaban. Desesperadamente le di varios puñetazos en la cara mientras me quejaba del dolor. Hasta que se me ocurrió tomar mi mano derecha y agarrarle el hocico y parte de sus mejillas para tratar de desprenderme de él. Me di cuenta que cada vez el cerdo hacía chillidos más fuertes y con una notable angustia y dolor en ellos, causándome una inquietud que bloqueó mis sentidos hasta el punto que cerré los ojos. No pude observar lo que estaba sucediendo, ya que el ruido era atroz y ensordecedor, hasta que, progresivamente fueron cesando, hasta callar del todo. Había olvidado de nuevo de lo que era capaz de hacer, la criatura se empezó a desintegrar apenas la había tocado, poco a poco, hasta que sólo quedó la mitad trasera de su cuerpo. Sangre salía a borbotones de su interior, que era de carne, huesos, venas y grasa, a diferencia de su piel, que era de cera. Empezó a emanar un olor putrefacto a sangre y vísceras. Me miré las manos sorprendido por tal magnitud de poder.

—¿¡Qué le has hecho a Velita!? —dijo el viejo con gran dolor en sus palabras.

—¿Velita? ¿Velita era el cerdo? —le pregunté, respirando frenéticamente, intentando calmar la adrenalina.

—Era la cerda, sí, así la llamaba cariñosamente —respondió con una voz devastada.

Ahora me sentía apenado, lamenté haberle matado a su "mascota", pero él tampoco había hecho nada para detenerme, o ayudarme. El viejo parecía triste, cabizbajo ahora, se había levantado momentáneamente luego de haber matado al cerdo, y se había vuelto a acostar en el suelo, desganado.

—Ya lo limpiaré yo, no te preocupes —dijo, y volvió a tomar un trago de su botella de vino ya casi vacía.

Y los perros que estaban antes con él se habían asustado y se alejaron hacia atrás, y una vez el cerdo quedó tirado en el suelo, con sólo la mitad de su cuerpo intacto y acotado en un charco de sangre, se acercaron y olfatearon alrededor. Le pedí disculpas al viejo, y le volví a insistir por un par de guantes. Le expliqué que destruía las cosas con solo tocarlas y es por eso que necesitaba de algún tipo de protección. 

—Muchacho, me has arruinado el día —me respondió, y se inclinó para abrir uno de los cierres de su mochila, sacó de dentro un par de guantes, y me los ofreció.

—¿Seguro? —le dije dudando—. ¿No está enojado conmigo?

—Tómalos y vete. Vete lejos, desaparece de aquí.

Sus palabras parecían severas, pero no su voz. Su voz era más bien tranquila. Tomé los guantes dudando que al agarrarlos, él me tomara por sorpresa y me hiciese algo.

—Anda tomalos, no te haré nada —dijo, y como me vio dudar, tiró los guantes al suelo cerca mío.

Tomé los guantes, los miré un momento, y me los puse sin quitarle la mirada al viejo. Los guantes eran de cuero, livianos, marrones, eran guantes comunes y corrientes. Y una vez me los puse, ¿Qué raro?, pensé.

—¿Por qué no se están deshaciendo como el resto de cosas que toco? —dije, y pensé que me lo había dicho para mis adentros.

—Debe ser por la tela… —murmuró el viejo. Su tristeza había desaparecido. No tenía ni una lágrima en su cara, y volvió a su rutina diaria que parecía ser la de darle tragos a su vino, y los perros volvieron y se echaron cerca suyo—. El cuero, la piel… Quizás tampoco puedas destruir cosas muy duras como la roca o el metal —prosiguió contando.

—¿Y eso? ¿Es cierto? ¿Cómo lo sabe? —le pregunté.

—Lo leí una vez en un libro —dijo, mirando hacia arriba, llevándose una de sus manos a su barba y rascándosela.

Miré hacia los lados, recorrí con la vista el lugar, aquél blanco ya me estaba cansando los ojos.

—Estoy buscando discos de vinilo, en este reino debe haber uno, ¿verdad? —le pregunté.

—Ciertamente —respondió, y añadió—: Ahora mismo estás en el Contraluz, si sigues más adelante, llegarás al teatro "La Noche", una zona más tranquila y segura, no deberías tener problemas allí. Luego llegarás a la Ciudad en Llamas, pero no te asustes por el nombre, no siempre es literal… De ahí, deberás dirigirte al distrito de la Claridad. Pídele a alguien que te de instrucciones hasta llegar allí, luego sigue recto hasta ver una pendiente, cerca encontrarás un camino que lleva hacia abajo, donde llegarás a la Tierra de los Gigantes. Te recomiendo ser muy sigiloso en aquella zona o te volverás loco. Lo único que tienes que hacer es dirigirte recto en la llanura, y no muy lejos verás un castillo que es donde descansa el rey. Dentro podrás encontrar uno de estos…

El viejo se me quedó mirando con su mano levantada hacia mí, esperando a que le recordase aquella palabra clave.

—Discos… —le dije.

—¡Ah, sí! ¡Discos! —dijo chasqueando los dedos—. Éso era. Ahora, vete. Y déjame sólo.

Me quedé unos segundos pensando en todo lo que me había dicho. Me repetí las cosas que me dijo en mi mente para no olvidarme.

—¡Gracias! Y... perdón por—

—No es nada. Vete ahora —me dijo con un tono más alto, y le dio un último trago a su vino, vaciando la botella, y procedió a tomar su mochila, abrió uno de los cierres y de dentro sacó otra botella más del mismo vino.

Y sin más, decidí irme antes de causar más problemas, y al retirarme lo escuché descorchar su nueva botella. Y caminé por el plano blanco y vacío hasta dar con un punto negro, que al acercarme vi que era una manija. Agarré de la manija con una mano, y volteé hacia atrás. En el fondo, lo vi al viejo recostado, aún tomando su vino mientras acariciaba a uno de sus perros, y el otro dormía hecho una bolita al lado suyo, y el cerdo yacía en el suelo.

Agustín D.

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