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Pasos al costado. ¿Qué tienen en común un disco, un libro y una pintura?

Abr 17, 2025

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Parte 1. 

Far Away Irys.

Capítulo 3.

¿Qué será esta vez?, me dije, ciertamente ya estaba cansado y sólo habían pasado unas pocas cosas, pero todo este negro y blanco me tenía ya harto. Primero un espacio en blanco… después un lugar completamente negro… ¿ahora qué? Abrí la puerta con cierto temor y cansancio. Pero me sorprendí al ver que al fin, delante mío, resplandecía una luz, una luz natural. Con la puerta totalmente abierta, me incline y observé lo que tenía delante; parecía una tienda de acampar gigante, estaba amarrada con clavos al suelo, suelo que era de tierra, veía también a unas cuantas personas con ropaje extraño, practicando posiciones y movimientos raros; un chico haciendo malabares con cuatro bolos, al lado una chica con unos aros y con un sombrero puntiagudo extraño y largo. Al lado había un señor mayor sentado en un cajón tocando un acordeón y sonaba una melodía deliciosa, no parecía estar practicando, sino que más bien parecía dominar totalmente aquella pieza y la tocaba de una manera profesional, era hipnotizante verlo. Y luego otra persona en en un traje de una pieza que parecía apretado y de color completamente rojo, estaba de cuclillas y con sus manos en forma de jarra. Había también un hombre alto y musculoso, que posaba con sus manos levantadas mostrando sus pectorales y sus biceps, al lado de él había un pequeño niño aunque su cara parecía la de una persona de treinta y tantos, estaba parado sobre una pierna y la otra estaba en el aire de forma tal que inclinaba su cuerpo, en su mano tenía un bastón que parecía ser los típicos de magos, negros con puntas blancas. Seguido de ellos había un mimo haciendo malabares con cuatro bolas de plástico rojas, y por último una pareja, un hombre con sus manos hacia arriba sosteniendo horizontalmente a una mujer como si estuvieran practicando algún movimiento de baile extraño o algún truco. Puse un pie dentro de la zona, y sentí suelo firme y de tierra, y luz natural me pegaba en la cara. ¡Al fin!, me dije, al fin algo natural. Cerré la puerta detrás mío y caminé intentado pasar desapercibido.

—¿Qué clase de payaso eres? No te había visto nunca —dijo un hombre cerca mío, uno que se me pasó por alto, y que había aparecido como por arte de magia.

El sujeto vestía una galera y capa, negras al igual que su pelo rizado, era moreno y de las pocas personas que parecía no llevar maquillaje. 

—¡Ah jajaja, es broma, es broma! Lo siento, debiste ver tu cara de confusión, fue para sacarle una foto y cobrarle a la gente por mirarla. Ahora en serio, ¿Tú no eres de por aquí verdad? —dijo el hombre.

Antes de poder decir media palabra, una mujer con lentes, cabello rubio, vestida de una manera más formal y sosteniendo una libreta en sus manos como abrazandola, se nos acercó.

—¡André! ¡¿otra vez tonteando?! ¡no puedes hacerme esto en cada función! vamos, ya empezará la obra, quedan sólo unos minutos… —dijo la mujer con una notoria histeria.

El hombre volteó a ver a la chica y le puso una mano en su hombro.

—Tranquila, no te preocupes… yo, por mi parte, ya estoy listo para dar la obra.

—¿En dónde estoy? —le pregunté al hombre.

—¿¡Pues de dónde es qué vienes!? —me dijo con gran sorpresa, girándose hacia mi—. ¡Estás en el Gran Circo! ¿Qué no es obvio? —dijo, y expandió sus brazos y los alzó al cielo.

Claro... pensé, tiene sentido.

—¿Y la Ciudad en Llamas? —le pregunté, casi gritando, ya que la chica lo había apurado a tal punto de estarle tirando de su brazo para irse—. ¿No es esto la Ciudad en Llamas? Necesito llegar al distrito...

Me quedé pensando en el nombre que me había dicho aquel viejo, pensaba que lo había olvidado pero lo tenía en la punta de la lengua…

—¡Claridad! ¡El distrito Claridad! —dije al fin.

Al momento de terminar, André se giró hacia mí, con una mirada totalmente sorprendida, y me hizo una seña con su mano para que le siguiese a donde sea que la chica de lentes le estuviera llevando dándole jalones a su mano. Dudé un segundo, pero me decidí y empecé a caminar hacia ellos. Pasé por varias de las personas con sus caras pintadas y maquilladas y haciendo malabares, trataba de no llamar la atención aunque claramente se estaban dando cuenta de mi presencia, ya que de vez en cuando cruzaba miradas con ellos, y ellos me devolvian una mirada de desagrado o rechazo.

La chica de lentes y André caminaron hasta el telón del gran circo, lo hicieron a un lado y se adentraron. Yo iba detrás de ellos, manteniendo unos pocos metros de distancia. Llegué, aparte el telón y entré también. Dentro estaba bastante más oscuro, con luces tenues de color naranja recorriendo un pasillo, el suelo era de madera oscura, era bastante espacioso y habían dentro otras tantas personas. Pude ver payasos y hombres utilizando unos zancos altos que casi lograban tocar el techo del circo, además vi también a dos monos, uno con la cara pintada y el otro con su mano apoyada en una pequeña bicicleta. Mientras trataba de seguir a André y la chica, sin apartar mi vista del peculiar escenario, ellos se detuvieron sin darme cuenta y casi choque con ellos.

—¡Quédate aquí, no te muevas más! La función comenzará en sólo unos minutos… tengo que ir a revisar a los demás… ¡ah, qué calvario! —dijo la chica con una cara muy preocupada.

Luego de dejar preparado a André, ella se retiró caminando apresuradamente por el pasillo. Apenas se fue, me acerqué a él. Nos encontrábamos sólo nosotros dos en una pequeña habitación sin puertas, a nuestro costado había un telón donde del otro lado estaban las tribunas y el escenario. Cada tanto, el resto de las personas del circo pasaban por el pasillo, vistiendo muchos colores, algunos incluso llevando pañuelos y boinas, saludando a André, y dando una cara de confusión al verme.

—¿Por qué quieres ir allí, a la Ciudad en Llamas? —dijo André una vez dejaron de pasar las personas—. ¿Quién eres…? ¿Qué es... —prosiguió él sin dejarme hablar.

Antes de terminar la frase, fue interrumpido por una voz que parecía la de un narrador que aclamaba el nombre de André. André, sin esperar un segundo, puso una mano en el telón para adentrarse en la obra y antes de hacerlo, se giró hacia mí.

—La Claridad habías dicho, ¿verdad? No se qué es lo que quieres hacer allí, quizás te hayan dado la ubicación de un lugar antiguo, que ahora ya no existe. Pero te puedo dar las indicaciones de lo que una vez fue. Dirígete por aquí recto, camina hasta el segundo cartel que diga "Salida", toma ese camino y saldrás a una llanura, y sigue recto y verás otro circo parecido a este... —el hombre me miró con una cara de preocupación inquietante—.Te advierto, estás bastante perdido, ya no existe la Claridad… la ciudad en Llamas se convirtió en esto que ves, desde hace años. Quizás tengas algo importante que hacer allí en el otro circo, pero te recomiendo no ser partícipe de lo que allí acontece —terminó de decir, no perdió ni un segundo más y se adentró en la obra.

Se oyeron una gran ola de aplausos y un gran bullicio de gente celebrando. Me quedé un momento allí, observando el telón por el que André se había ido. Me acordé de aquel viejo... ¿por qué me habrá dado información incorrecta?, pensé. Claro, resolví al final, habrá estado borracho, el olor a vino que emanaba de su boca podía olerse desde que puse un pie en aquella zona blanca. Continué y caminé por el pasillo, el mismo camino por el cual se había ido la chica de lentes. Caminé y vi el primer cartel que decía "Salida", y a la derecha había un telón extendido por donde se apreciaba una buena cantidad de casas simplonas, como cabañas, y árboles, arbustos y flores decoradas. Seguí caminando por el pasillo un rato más, me encontré habitaciones abiertas, cambiadores y vestidores, traté de no mirar mucho ya que no era de mi incumbencia, pero se me hacía casi imposible no mirar ya que todo llamaba la atención, tantos colores, tanta indumentaria peculiar, y tantos instrumentos de circo... polleras rosas, pelucas verdes, mimos practicando reposando sus manos en puertas y paredes que no existían, incluso vi más animales, monos y hasta inclusive un tigre, que cuando lo vi, detuve mi marcha unos segundos para verle más de cerca; estaba sentado al fondo de una de las tantas habitaciones, y alrededor de él habían dos personas hablando. Luego de mirarle por unos minutos, proseguí caminando.


Agustín D.

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