Pasos al costado. ¿Qué tienen en común un disco, un libro y una pintura?
Abr 29, 2025

Parte 2:
Giant Beetle,
Capítulo 2.
Caminamos un largo rato detrás del rábano, había seguido el mismo camino que íbamos a seguir sin él antes de que nos interrumpiera. Él tampoco parecía saber exactamente a dónde iba, parecía dudar, tomaba caminos que terminaban en un círculo. Empezábamos a tener hambre y sed. Estuve a punto de hablar con Galeano y pedirle un descanso, cuando vi que Irys tenía en su mano unos tomates, los cuales iba comiéndo. No sé cuando los habrá tomado, pero quizás, pensé, era buena idea comernos un par, no lo notarían entre los miles de tomates que había en la huerta. Antes de poder hacer nada, el rábano se giró y en su rostro se observó un gran enfado.
—¿El qué? ¿Comer el qué? ¡No te dejaré, deja eso ahí! —gritó, y el gesto en su rostro morado fue el más terrorífico que vi jamás.
Todos nos detuvimos, Irys, a punto de darle otra mordida a su tomate, bajó la mano lentamente.
—¡Tú, niña! ¡Cuántos te has comido! —dijo, feroz, acercándose a Irys, y deteniéndose al instante al escuchar un ruido cercano.
Cerca nuestro estaba Bara, entre los cultivos, roía y comía las verduras que encontraba.
—¡Nooo! NngLonng —dijo el rábano como si fuese un chillido, y se llevó las manos a la cabeza.
Parecía sufrir cada mordisco que Bara le daba a las verduras. La criatura se había exaltado demasiado, se había vuelto loca, iba de un lado para otro como no sabiendo qué hacer. Se revolcó en la tierra y se volvió a levantar, y se dirigió con furia hacia Bara. La tomó por su cuerpo y la alzó, Irys y yo, por más sorprendidos que nos encontrábamos, estábamos decididos a ir y ayudar a Bara, pero Galeano nos detuvo. El rábano abrió su feroz boca y estuvo a punto de morder a Bara, cuando ella echó para atrás una de sus patas delanteras, y de la nada le surgió una musculatura imposible, y abalanzó su pata rápidamente hacia el rostro del rábano, explotando su cabeza y esparciendo pedazos de rábano por todo alrededor.
Nos habíamos quedado perplejos, pero Galeano mantuvo su cara seria, y en cuanto vio que Bara acabó con el rábano, sonrió. Los brazos del rábano cayeron, blandos, y Bara se liberó de ellos, y se acercó a uno de los pedazos de rábano en el suelo y comenzó a comerlo.
—¡Guau! ¡Realmente es fuerte! —dijo Irys, sorprendida.
—Qué alivio —dije dando un gran suspiro—. Esa criatura extraña ya me estaba irritando.
—No teman por Bara, sabe defenderse. Bueno, supongo que ahora podremos tomar un par de verduras, no creo que a nadie le importe —dijo Galeano, y procedió a caminar entre los huertos y tomar varias verduras.
Una vez todos tuvimos un puñado de verduras, nos sentamos allí a comer.
—Qué criatura más extraña —dije, aún pensando en aquél rábano—. Es increíble que una verdura pueda desarrollar una mente, y unas extremidades humanas.
—Es escalofriante —dijo Irys, y le surgió un escalofrío.
—Con las plantas es aún más raro —mencionó Galeano—. Es mucho más difícil que la flora y los hongos puedan desarrollar habilidades.
Galeano dio un gran suspiro, y añadió:
—Sumando dos más dos, es posible que los residuos de los científicos en la Tierra Gélida, esparcidos en el agua, se hayan filtrado en el escarabajo, y dieron paso a que justamente un rábano cobrara vida.
—¿Científicos en la... tierra gélida? —le pregunté.
—Gente haciendo experimentos que no deberían —repuso Galeano—. Alteran la flora y la fauna a su antojo...
Galeano parecía molesto. Negó con la cabeza lo que sea que estuviera pensando, se levantó y miró a su alrededor.
—Ese maldito rábano nos confundió aún más. Ahora no sé exactamente dónde estamos... —murmuró, y se llevó una mano a la cabeza—.
Veamos… Podríamos intentar algo... siganme.
Galeano se desvió del camino y recorrimos un trecho hasta llegar a la arboleda de pinos secos.
—Utiliza tu gancho y súbete al pino —me dijo.
Suspiré, y sin cuestionar su plan, apunté a la copa del pino y disparé mi gancho. El gancho salió disparado y se aferró a una rama, y varios pájaros salieron volando despavoridos. El gancho me atrajo hasta la rama y allí me quedé, sentado en una fina rama, abrazado al pino, e intenté observar todo lo que pude. La vista desde arriba de los cultivos era hermosa; había una gran fila de color rojo de los tomates, de color amarillo de los maizales, de un verde vivo que deduje, serían las lechugas, había también un parche largo de girasoles, y a un lado del huerto estaba el amplio campo de flores amarillas y blancas, preciosas.
—¿Ves algo? ¿Estás bien? —gritó Galeano desde abajo.
—Sí... —grité—. Creo que veo algo.
Y observé que al fondo del huerto, escondido entre el maizal, se movía una figura rosada y púrpura, agitando lo que parecían tentáculos.
—Allí en el fondo, creo que está el pulpo —dije señalando.
—Perfecto, bien hecho. Ya puedes bajarte, yo te atraparé.
Miré hacia abajo y vi a Galeano con sus brazos preparados, entonces, con temor, me dejé caer confiando en él. Me atrapó, me dejó de pié, le di las gracias y me quité el polvo y las ramitas incrustadas en mi remera y mi pantalón. Una vez me reincorporé, caminamos hasta donde creí haber visto al pulpo. En eso, habiendo vuelto ya a los huertos, escuchamos el cántico de alguien, al son de una melodía de guitarra.
—Cuando era niño el cielo era azul claro… pero ahora es de color gris… —escuchamos cantar a alguien.
Miramos hacia todos lados, hasta que Galeano lo avistó; señaló hacia los maizales, y allí lo vimos, una especie de hombre-escarabajo, de metro y medio, sentado en algo que no podíamos ver, sólo viendosele la parte superior y parte de su guitarra a través de los maíces.
—Cuando era niño me asustaban los rayos… ahora eso es lo que me hace feliz… —cantaba el hombre-bicho, con los ojos cerrados, no parecía habernos visto.
—¿Quién eres? —le preguntó Galeano.
El bicho apartó las manos de su guitarra, nos miró al fin, y de un pequeño brinco se escondió entre el maizal. Nos quedamos quietos un rato, esperando. Hasta que Galeano comenzó a moverse hacia donde el bicho se había escapado. Nosotros íbamos detrás de él, dando pasos cuidadosamente temiendo que nos atacase aquel hombre-bicho extraño, pero no hubo rastro de él. Indagamos por alrededor, pero no se lo volvió a ver. Continuamos abriéndonos paso a través del maizal, estando alerta por las dudas, pero era imposible ir silenciosamente ya que el crujir de las hojas y los tallos, y el movimiento de los maices que íbamos apartando hacían evidente nuestra presencia. Nos detuvimos antes de cruzar del todo el maizal. Galeano nos advirtió de algo, e interpuso una mano impidiendo que nos moviesemos más adelante. Galeano se acercó a la última fila de maíces y los apartó lentamente, y observamos lo que había adelante. Allí estaba el extraño pulpo-calamar que mencionó Galeano, agitando sus varios tentáculos de un lado a otro, como alterado por algo. Medía al menos cinco metros de alto, y sólo la cabeza, pues sus extremidades debían de medir al menos otros cinco metros o incluso más. En cada uno de sus tentáculos sostenía diferentes objetos; en uno sostenía un montón de metal, algo semejante a una bicicleta pero hecha añicos, en otro sostenía un montón de palos, palos refinados, que no parecían ramas, en otro sostenía un paraguas pero con su parte superior rasgada, inservible para su único uso. Detrás del pulpo, como aferrándose a él, había un tubo grueso y de color rojizo, que se elevaba unos cuantos metros, y luego giraba recto atravesando una montaña, lejos en el horizonte.
Galeano, sin mediar palabras, se levantó y salió del maizal.
—¿A dónde vas? ¿Es seguro ir? —le preguntó Irys, levantándose e intentando agarrar el brazo de Galeano.
—Tranquila, estaremos bien. Pero quiero que todos salgamos, siganme, y quédense detrás mío.
Galeano continuó caminando y se puso en frente del pulpo, a sólo unos pocos metros de él, y se quedó quieto. Nosotros salimos tras de él, lentamente y con temor, y Bara por un momento se había quedado perdida en el maizal hasta que logró hacerse camino y salió dando pequeños pasos, y se acercó a Galeano.
—¿Tu eres quién custodia el tubo? —dijo Galeano—. Nos dejarás pasar. Es importante.
Galeano se cruzó de brazos. ¿Se lo está tomando como una broma?, me dije, ¿o acaso está siendo serio? No podía distinguirlo.
La criatura se exaltó, como enfurecida ante las palabras de Galeano, y comenzó a mover sus extremidades aún más ferozmente. Su mirada se posó en Galeano, inquietante y penetrante, y luego lentamente movió sus grandes y saltones ojos hacia Irys, y luego hacia mí.
—¿Es por el tubo? —me acerqué y le susurré a Galeano, sin perder de vista al pulpo.
—Si, entraremos por ahí, pero esa bestia está bloqueando el camino —me dijo, y sin más, comenzó a caminar hacia adelante, como esperando a que amablemente el pulpo le diese lugar.
La criatura seguía el movimiento de Galeano con la mirada, hasta que, estando Galeano a menos de tres metros del pulpo, éste abalanzó en un movimiento ligero uno de sus tentáculos hacia Galeano, el tentáculo no recorrió ni medio camino hacia el suelo, que la tierra sobre Galeano se removió y retumbó, y él perdió el equilibrio y cayó al suelo. Rápidamente se puso de pie y se alejó. Irys se había alterado y corrió a socorrer a Galeano, Bara tampoco dudó un segundo y al ver lo que le había pasado a Galeano, en vez de ir hacia él, fue directo hacia el pulpo intentando atacarlo, y yo me había puesto a la defensiva. El pulpo se alteró aún más al ver todo nuestro movimiento repentino, y comenzó a agitar hacia todos lados sus extremidades, y todas partes del suelo retumbaron y se levantó una polvareda inmensa, que nubló la vista por un momento. Era extraño, ya que los tentáculos nunca llegaban a tocar el suelo, pero algo golpeaba el suelo con gran fuerza de todos modos. Una vez el polvo se esfumó, me di cuenta de que nos había dispersado, Galeano se encontraba lejos, a un costado de pulpo, y entre sus manos la tenía a Bara, conteniendola. Irys cayó del otro costado, y a mí los golpes me habían hecho retroceder, perdí el equilibrio y caí sobre los maíces. Irys y Galeano corrieron hacia mí, y el pulpo lanzó otro de sus ataques que golpearon duramente el suelo, pero no le dio a ninguno de ellos dos, y pronto estuvimos de nuevo reunidos entre los maizales.
—Tiene algún tipo de poder psíquico —comentó Galeano—. Tiene demasiadas extremidades... será complicado.
—¿Qué haremos? —dije.
—Hay que intentar apartarlo del tubo, sin matarlo —dijo Galeano.
—¿Por qué sin matarlo? —dije.
—Si se pone más violento, entonces seremos más duros con él, pero por el momento —me dijo Galeano, y miró hacia un costado donde estaba Irys—, por el momento, deja que Irys se encargue.
Voltee a mirarla, y la vi con sus dos manos en la cabeza, quejándose, como sintiendo un gran dolor. Sus manos iban y venían, de sus pies a su cabeza, por un lado intentando que el dolor calmase y por otro, quitándose las botas.
—¿Te pasa algo? —le pregunté.
—Siempre duele… pero sólo al principio… —dijo, y le costó pronunciar cada palabra.
Se encogió de hombros, la vi sufrir tanto que me acerqué, pero de pronto ella quitó sus manos de la cabeza, dejando ver un rostro oscuro, vacío, y me dio tanto escalofrío que me alejé dando un gran paso hacia atrás. El tamaño de Irys comenzó a aumentar, los cuernos en su cabeza crecieron, y le salieron dos más a cada lado. Toda su ropa comenzó a desgarrarse, hasta que quedó desnuda, y todo, todo su cuerpo tomó la forma de una sombra negra como la noche, profunda como el universo. De sus dedos le crecieron unas largas garras puntiagudas, y sus pies parecían haber tomado la forma de una mano, aferrándose duramente al suelo, incrustando sus afiladas garras firmemente en el suelo.
Mi corazón comenzó a latir frenéticamente, me levanté y me acerqué a Galeano, que parecía no importarle.
—Tranquilo. Mantiene su mente, no nos atacará —me dijo.
Se encontraba allí, encorvada, se giró al pulpo y en un abrir y cerrar de ojos, se esfumó. La perdí de vista hasta que Galeano me señaló donde estaba el pulpo. Y entonces la vi allí, encima de la criatura, forcejeando. Irys agarró con sus dos gruesas manos la cabeza del pulpo, saltó hacia adelante y tiró de él, intentando que el pulpo se desprendiera del tubo. Y el pulpo a su vez, con cuatro de sus tentáculos, hacía fuerza contra el torso de Irys, pero parecían atravesarla, como si estuviese hecha de humo. El pobre pulpo no tenía escapatoria, ni podía librarse de ella. Irys logró desprender uno de los tentáculos del tubo, entonces Galeano, con Bara en un brazo y con las botas de Irys en el otro, salió del maizal y corrió hacia allí.
—Sígueme, Jim. ¡Bien hecho, Irys, sigue así solo un minuto más!
Salí detrás de él, y corrimos hacia el tubo. Había un pequeño hueco que nos dejó pasar, sin muchas complicaciones, ya que el pulpo tenía toda su concentración en Irys. Nos metimos en el tubo, Galeano dejó las botas y a Bara en el suelo. Apenas caí en el metal dentro del tubo, me eché al suelo y suspiré. Estaba todo a oscuras, la única luz que entraba era por la pequeña grieta, donde podíamos ver que Irys aún forcejeaba con el pulpo. De pronto vimos cómo al pulpo se le prendieron las luces y utilizó sus poderes psíquicos para retumbar en suelo, haciendo que al fin Irys se echara para atrás. El cuerpo de ella pareció volar como vapor, y se volvió a formar unos metros más atrás. Ella volvió a volar rápidamente encima del pulpo, intentando escabullirse y entrar por la grieta, pero el pulpo supo entonces que su plan había funcionado y comenzó a golpear con sus extremidades todo el metal del tubo, y por donde se encontraba Irys. Irys parecía estar teniendo dificultades para entrar, hasta que Galeano tomó a Bara, y la alzó hasta la altura de la grieta. Bara, entonces, supo exactamente lo que tenía que hacer, como si ella y Galeano estuviesen enlazados, como si pensaran en las ideas del otro. Bara echó su pata delantera hacia atrás, de nuevo le salió una musculatura impresionante, y cargó contra la parte trasera del pulpo, su patita salió por la grieta y le dio duramente, y el pulpo se desprendió del todo, y quedó tendido en el suelo, aún vivo, intentando reponerse. Iba lentamente intentando ponerse de pie, ayudándose de sus tentáculos, pero para entonces Irys había aprovechado el momento y entró por la grieta.
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