mobile isologo
buscar...

Pasos al costado. ¿Qué tienen en común un disco, un libro y una pintura?

Jul 30, 2025

132
Pasos al costado. ¿Qué tienen en común un disco, un libro y una pintura?
Empieza a escribir gratis en quaderno

Parte 3:

Corte Carmesí.

Capítulo 3.

—Ve y encargate de las estatuas —me dijo Galeano, y su voz era demasiado tranquila.

Me encontraba totalmente concentrado en aquella masacre, y cuando escuché a Galeano, se me heló la sangre y volteé a verlo.

—¿De qué hablas? ¿Lo dices enserio? —le pregunté con completo desconcierto.

—Si quieres ayudar, es la única forma en la que puedes hacerlo —dijo—. Los gigantes no te atraparan, puedes acabar con ellos, pero no puedes encargarte de hordas de enemigos, como lo hace Irys. Utiliza tu gancho y aférrate a las piernas de las estatuas, y derrumbalas.

Me quedé en silencio un momento, intentando comprender sus palabras y si lo decía en serio.

—¿El rey carmesí no se enojara? ¿Y si me pasa algo?

—Haz lo que digo. Yo te estaré observando por lo que sea que ocurra. Si veo que te están por atacar, te gritaré. Lamento no poder hacer más que eso. ¡Ve!

Y cuando escuché su grito, volví a la realidad y voltee a ver de nuevo el campo de batalla. Me decidí, y armado de un valor inexistente, comencé a correr hacia el frente.

Galeano había tomado a Bara en brazos y huyó y se resguardó en un árbol. Estando lo suficientemente cerca de uno de los colosos, luego de esquivar y sortear varios soldados, disparé mi gancho a sus piernas. Me acerqué a la pierna del gigante y me aferre, y la toqué con mis manos desnudas. Tomó un tiempo, hasta que al fin la roca se desintegró. El gigante comenzó a tambalearse y entonces disparé mi gancho rápidamente hacía otro de los colosos. A los pocos segundos el gigante se desplomó y chocó contra el suelo deshaciéndose en miles de piedras que se esparcieron por todo el campo. El escenario se llenó de polvo, y para cuando se despejó, contemple entonces los cientos de cadáveres en el suelo, extremidades esparcidas por doquier, y sangre que no sólo pintaba aún más de rojo el campo, sino que parecía también elevarse junto con el polvo, y se formaba una neblina roja extraña, grotesca.

Irys no paraba de repetir el mismo movimiento; agarraba a un montón de enemigos, y los empujaba hacia atrás y los dejaba inconsciente. No parecía hacerles daño, como si ella no quisiese luchar. Al poco tiempo se centró en una de las estatuas, la más grande. Subió en un abrir y cerrar de ojos hasta su cabeza e intentó arrancarsela pero no tuvo éxito, el gigante se empezó a sacudir y a tambalearse de un lado a otro haciendo que Irys perdiera la estabilidad.

Aún quedaban cuatro de las estatuas, el ejército no había logrado nada, sólo seguían muriendo atrozmente en un intento inútil de luchar contra semejantes criaturas. Repetí mi ataque hacia las extremidades de los demás gigantes, había llamado la atención de varias de las personas y uno de ellos había dado una orden para capturarme. No tardaron en cargar contra mí, pero los titanes rocosos se encontraban furiosos. El ejército que venía hacia mí pasó al lado de la estatua derribada, la cual a pesar de tener todo su cuerpo totalmente destruido y con diferentes partes distribuidas por el campo, abalanzó la mano que tenía la espada hacia mi dirección, impactando contra el suelo y arrastrándose varios metros dejando, además de una inmensa polvareda, una grieta muy extensa y profunda. Las demás estatuas también actuaban de forma extraña, estaban siendo mucho más frenéticas e impactaban sus espadas contra el suelo más seguido. Además, usaban sus brazos. Los agitaban y daban ataques a la tierra casi como si fueran monos volviéndose locos. El campo se había convertido en un caos, ya no quedaba casi nadie además de dos gigantes con monóculo, un pequeño grupo de personas, algunos tigres y animales que huían lejos, despavoridos, y nosotros.

Irys aún no quitaba sus ojos de las estatuas, las atacaba a cada segundo y hasta llegó a derribar a una de las pequeñas. No se cuando sucedió, lo único que tenía delante mío era polvo y sólo podía escuchar fuertes y ruidosos estruendos que parecían bombas.

Estaba totalmente rodeado por la polvareda, y temiendo por mi vida, decidí alejarme hasta donde se había resguardado Galeano.

Al correr lo suficiente y luego de apartarme del centro de la batalla, tuve una vista que me dejó sin palabras. El polvo se iba disipando poco a poco, las gigantescas figuras tanto humanas como las de roca se lograban ver como siluetas a través del polvo. La pelea aún no terminaba, y entre los que aún permanecían yacía un cementerio de personas inocentes.

Toda aquella zona se tornó aún más rojiza, no sólo la sangre pintaba el campo, si no que parecía haberse mezclado con la tierra, el pasto y las flores y el color carmesí propio del campo ahora eran de un color sangre muy oscuro. De entre los ruidos que aún se escuchaban, había uno que destacaba bastante; Irys no paraba de chillar y soltar gritos que hacía taparse los oídos.

Contemple desde lejos el escenario, había dejado de correr. Temí por Irys, pero ni las estatuas ni nadie que la atacase parecía hacerle daño, era como si su cuerpo no fuera tangible.

De repente escuché el grito de Galeano:

—¡Jim, trae a Irys!

Había salido de su escondite y se estaba acercando lentamente hacia mí.

—Tráela de vuelta —dijo una vez estuvo cerca—. Se está cansando, y cuando no pueda más, los ataques de los gigantes la destruirán.

Galeano, por primera vez en todo este desorden, había puesto una cara de preocupación. No dudé ni un segundo, corrí de vuelta a la batalla y me acerqué a Irys. Me fue imposible captar su atención ya que se movía de un lado a otro y mis gritos eran opacados por los estruendos y sonidos mortales que provenían de los gigantes. Otra estatua pequeña había caído, los dos gigantes de monóculo que quedaban trabajaron en equipo y derribaron al rocoso el cual, al igual que el resto, al caer al suelo estalló en un millar de piedras. Sin embargo todos estos restos de estatuas esparcidas por el campo aún parecían tener "vida", pues a pesar de ya no estar conectados a un cuerpo, se seguían moviendo y arrastrando por el suelo. Me mantuve todo el rato al margen de la batalla, ni muy cerca ni muy lejos. La polvareda no cesaba, y lo único que podía ver aún con vida, eran los gigantes con monóculo. El resto del ejército había sido asesinado.

Mientras observaba todo esto, me percaté de que Irys se encontraba tirada en el suelo. Me acerqué a ella lo más rápido que pude. Mientras lo hacía, la estatua mayor con la cual Irys estaba luchando agitó uno de sus brazos y dio un puñetazo que impactó de lleno a Irys. Ella aún estaba convertida, una vez el gigante retiró su brazo Irys se encontraba acostada y con sus manos en una posición que la hacían ver totalmente destruida, yacía quieta, inmóvil en el cráter que dejó la estatua.

Me apresure y la tomé en brazos, su transformación se empezaba a disipar, pero al tacto aún era muy extraño, era casi como si no la tuviese en brazos. Por suerte no me costó alejarme con ella del campo de batalla, pero aún así se me dificultó el sortear todo tipo de escombros y cadáveres a medida que avanzaba. Corrí hasta donde estaba Galeano, él estaba allí parado y al verme se acercó para luego tomar a Irys y apoyarla lentamente en el suelo. Nos encontrábamos bastante lejos de la batalla, que ya empezaba a calmarse y dejar ver un terrible escenario de muerte. Los gigantes de monóculo se empezaron a alejar, se los veía muy debilitados y, al estar tan lejos, mencionaron palabras que no logré escuchar. Irys había vuelto a la normalidad, pero estaba inconsciente y al verle la cara pegué un susto que me hizo retroceder. Parecía… sucia. Por sus ojos habían unas marcas que bajaban hasta su mentón como si fueran las de una lágrima, pero de color muy oscuro, y desde las raíces de su cabello, hasta su frente, se encontraban oscurecidas de un color negro como la noche. Galeano la cargó en brazos y me apresuró para irnos. Nos escondimos brevemente detrás de unos de los escombros donde se encontraba Bara y nuestras mochilas que Galeano había ocultado. Cubrió con una manta el cuerpo desnudo de Irys y me pidió que cargara a Bara. Seguimos a paso acelerado hacia el norte.

Voltee la mirada, las estatuas aún se encontraban allí, las dos que sobrevivieron estaban quietas y movían sus cabezas hacia nosotros y hacia donde se habían ido los gigantes. En dado momento dejamos de correr, me fue imposible seguirle el paso a Galeano y le pedí por favor ir más lento. Hacía ya una hora había caído la noche, no mediamos palabras entre nosotros. Paramos e hicimos una fogata cerca de un árbol.

Galeano recostó el cuerpo de Irys y la acomodó en una montón de telas y ropaje a modo de cama. Ella respiraba muy levemente.

Estaba totalmente agotado y luego de dar un par de mordiscos a una manzana mi cuerpo se rindió y me dormí instantáneamente.

Agustín D.

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión