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Pasos al costado. ¿Qué tienen en común un disco, un libro y una pintura?

May 3, 2025

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Pasos al costado. ¿Qué tienen en común un disco, un libro y una pintura?
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Parte 2:

Giant Beetle,

Capítulo 3.

Estábamos los cuatro dentro del tubo, casi completamente a oscuras, y la poca luz que entraba era por la pequeña grieta, que de vez en cuando el pulpo se anteponía y nos hacía sombra. Una vez se recuperó, el pulpo se acercó a nosotros e hizo un atisbo de meter su tentáculo dentro y sacarnos, pero algo le hizo pensarlo dos veces y sin más, se retiró. Se alejó, yo me asomé para intentar ver a dónde se dirigía, pero simplemente desapareció en el horizonte. Escuchaba los jadeos y suspiros de Irys, se encontraba cerca mío, y su forma iba tomando otra vez la de un humano. Pronto, una vez volvió a la normalidad, cayó al suelo y se escuchó el duro sonido del metal. La vi desnuda por un instante, y aparté mi vista. Galeano se acercó a ella y pasó su mano debajo de su cabeza y el otro brazo rodeando su torso. 

—Irys, ¿estás bien? —dijo.

—S-sí… es sólo… un pequeño mareo —dijo, abriendo lentamente sus ojos, e intentando levantarse—. Dime que has traído ropa.

—Claro, tengo mucha —dijo Galeano, y le acercó las botas, y luego abrió uno de los cierres de su mochila y sacó un par de prendas.

—Gracias, Gali —agradeció ella, vistiéndose lentamente, aún mareada.

—¿Siempre... quedas desnuda? —pregunté temiendo que no sea una pregunta apropiada—. ¿Siempre que vuelves a la normalidad quedas—

—Sí. Siempre. E intento quitarme algo de ropa para que no quede toda destruida, aunque sean mis botas, pero siempre fue un problema... —me respondió con desgano—. Ya, ya me encuentro mejor.

Irys se vistió, se puso de pie, y asintió con la cabeza.

—Bien —dijo Galeano, y miró hacia arriba—. Habrá que subir. Lamento pedirtelo de nuevo, Jim, se que estás cansado, ¿pero crees que puedes utilizar tu gancho una vez más y subirnos?

El tubo subía verticalmente varios metros, con unos pocos grados de inclinación, y al ser de metal, escalarlo parecía una tarea casi imposible.

—No hay problema —dije.

Irys me agarró por el brazo derecho, Galeano tomó a Bara en brazos y una vez apunté con el gancho y disparé, él me agarró por ese mismo brazo y entonces subimos todos juntos hasta el tope, y caímos al suelo donde el tubo doblaba y seguía recto horizontalmente. Y en completa oscuridad, empezamos a caminar. Galeano no soltó a Bara de sus brazos por temor a que perdiese nuestro ritmo. El único ruido que se escuchaba, el único e inquietante ruido, era el metal que resonaba por todo alrededor cada vez que dábamos un paso. No se veía absolutamente nada, íbamos juntos uno al lado del otro, para no perdernos de vista por lo que sea que pudiese pasar.

—¿Hacia dónde lleva esto? —preguntó Irys.

—Si no me equivoco, yendo por aquí deberíamos de llegar al reino —respondió Galeano—. Quizás veamos una entrada, o simplemente lleguemos al final de este tubo, pero debería de ser algo visible.

—¿Estás seguro de éso? —le pregunté.

—¿Te refieres a la entrada? —dijo—. Claro. Así fue siempre, yendo por un tubo que "custodiaba" un pulpo-calamar. O eso escuché decir a muchas personas que han visitado este reino. Sé que hay otra entrada, pero aquella es más complicada de llegar.

—¿Y quienes viven allí, en el reino? ¿Por qué decidieron vivir aquí? ¿Hay algo interesante? —pregunté bastante confundido.

—Viven personas comunes y corrientes —dijo él—, antaño marginadas, que encontraron su lugar aquí, recluidas del mundo. Temen y odian a los nuevos visitantes, pero no por ello nos atacarán, o eso quiero pensar.

—¿Qué ocurrió, qué conflicto hubo? —pregunté.

—¿Es posible entonces que nos ataquen? ¿Qué haremos entonces? —preguntó Irys.

—Tranquila, pequeña. Intentaremos pasar desapercibidos, no pasará nada. Hace varias décadas atrás, hubo un conflicto, sí. Pero no es momento de hablar de eso. Lo único que tienen que saber, es que las personas de aquí, al igual que el resto del mundo, son también humanos.

En aquel momento, comenzamos a sentir una brisa, que fue creciendo exponencialmente hasta que nos pareció demasiado intensa, y nos detuvimos, y nos abrazamos. Provenía desde delante nuestro, y en muy poco tiempo se convirtió en un ciclón. Nuestra ropa ondulaba frenéticamente, nuestro pelo quedó totalmente desordenado, y la fuerza del viento nos empujó hacia atrás y caímos, y fuimos arrastrados por el metal varios metros. Sentimos duramente el dolor de la fricción del tubo con nuestra piel. Fue muy doloroso, y a pesar de que estábamos todos juntos y abrazados, el viento logró derrumbarnos.

—¡¿Qué es todo este ventarrón tan repentino?! —preguntó Irys, apenas podía escuchar algo ya que el viento impedía el sonido.

Escuché, o creí haber escuchado la voz de Galeano, como respondiendo a Irys. Intentamos en vano ponernos de pié. Éramos empujados constantemente al no tener nada a lo que aferrarnos. Para cuando me acordé que podía usar mi gancho, el viento había comenzado a cesar, hasta que se calmó del todo. Y todo fue silencio durante un minuto. Sólo se escuchaba la respiración, que no podía diferenciar si era mía, de Galeano, o de Irys. Nos costó, pero nos pudimos reencontrar en la oscuridad y seguir caminando con un paso más acelerado.

—Es probable que estemos en la circulación respiratoria del bicho, que quizás a la vez sirva de sistema de oxigenación para el reino —dijo Galeano—. De todas maneras —dijo, y sentí como sus brazos nos proponían fuerza, decrementando el ritmo al que caminábamos—. No correremos. No nos apuremos. Si vuelve a soplar el viento, Jim, dispara tu gancho hacia arriba, y entonces estaremos seguros.

—Sí —dije, y me lamenté—. Perdón por no haberlo hecho antes, no sabía—

—No es problema —dijo Galeano, interrumpiendome—. Poco a poco aprenderás a usar de manera eficaz tu guante.

Asentí, pero supe que no me vio por la oscuridad. No hubo más palabra, durante varios minutos. Y para entonces, una nueva corriente de aire volvió a soplar. Apenas la sentí, apunté hacia arriba, avisé mi acción, y disparé. Irys y Galeano con Bara en brazos, se agarraron de mí. El fuerte viento nos hizo balancearnos, pero no pasó a mayores, y en cuanto desapareció el vendaval, Irys y Galeano se bajaron y yo retiré mi gancho. Apenas volvimos a reponernos y a seguir caminando, escuchamos de nuevo una melodía de guitarra, cerca de nosotros, y una suave y ligera voz que cantaba a la par. El ruido, en especial el de la guitarra, resonaba y hacía eco a lo largo del tubo.

—Larga y ventosa caminata… que lleva al corazón… —cantó alguien, y no podía ser otro que aquél mismo hombre-escarabajo extraño que vimos en los maizales hacía un rato.

No podíamos ver nada, Irys fue la que más se sobresaltó de nosotros, y Galeano volteó de repente y caminó curioso hacia donde creía que se encontraba aquél sonido. Nosotros le seguimos muy cerca de él, con una de nuestras manos apoyada en cada lado de su hombro, para no perderle. Pero a medida que avanzaba hacia el sonido, éste no parecía acercarse a nosotros, sino que más bien siempre se encontraba a la misma distancia y al mismo volumen, ni más alto ni más bajo, ni más cerca ni más lejos. Lo bueno fue que no perdíamos la orientación, pues el sonido se encontraba hacia adelante, hacia donde supuestamente debíamos de ir para llegar al reino.

—¿Quién eres? ¿Por qué nos estás siguiendo?  —dijo Galeano, alta y claramente.

Sentíamos de nuevo el viento acercarse mientras aquella persona continuaba su canción acompañado por el resonar de las cuerdas de su guitarra en una tranquila melodía.

—El viento recorre la herida… El dolor se convierte en pasión… —dijo por último, y de repente la guitarra cesó su ruido, y escuchamos rápidas pisadas como si se estuviese yendo lejos de nosotros.

El viento crecía y crecía, lentamente, e iba haciendo su presencia, anunciándose feroz, hasta que llegó y volví a disparar mi gancho hacia arriba, y esperamos hasta que terminó, y entonces al fin con un poco de tranquilidad, pudimos continuar el viaje con menos tensión.

—¿Tienes idea de quién pueda ser? —le pregunté a Galeano.

—No. No tengo idea. Sólo está jugando con nosotros, así que no debemos seguirle el juego y prestarle atención... Miren, allí, ¿lo ven? —dijo Galeano, y no podíamos ver si estaba señalando, pero muy lejos frente nuestro, apareció una pequeña luz tenue—.  Debe ser allí, hagamos más silencio.

Nuestras pisadas comenzaron a ser más cautelosas, y más lentas. Tardamos varios minutos, pero llegamos hasta la fuente de luz sin hacer demasiado ruido, nos agachamos, y observamos los tres por aquella grieta que se abría en el tubo, por la cual pasaba la luz.

—Parece seguro. Me tiraré yo, y luego les haré una señal, como antes, ¿si? —dijo, y asentimos.

A través de aquél agujero, vimos un suelo de adoquín, no muy abajo, una caída de cinco metros quizá. Al inclinarme y ver más allá, vi muros, y casas grises, con formas extrañas y con marcas de humedad, me pareció ver además a alguien, o algo, moverse, pero para entonces Galeano, con Bara en brazos, se había tirado, y al caer se quejó levemente. Y volví a asomarme para ver si lo habían visto, pero no vi a nadie más que a Galeano. Pronto, luego de mirar a su alrededor, nos hizo la señal, abrió sus brazos, y al bajar él nos agarró en brazos y nos dejó de pié en el suelo.

Agustín D.

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