Pasos al costado. ¿Qué tienen en común un disco, un libro y una pintura?
Abr 18, 2025
Parte 1.
Far Away Irys.
Capítulo 4.
El segundo cartel de salida se encontraba muy cerca. Me detuve allí, y giré a mi derecha donde se abría otro telón, y ésta vez éste daba a una llanura de un pasto verde claro. Crucé el telón y caminé por la tierra. Hacia mi izquierda venía un camino de tierra que daba a parar frente mío, y seguía de frente, perdiéndose en el horizonte. El cielo arriba era claro, no había nubes. Di pasos lentos y tímidos, sintiendo el frescor al fin, y los rayos de luz que me tranquilizaba. Miré hacia el cielo en todas direcciones pero no pude verlo, no pude ver el sol. Detrás mío estaba el Gran Circo, era enorme que a cualquier dirección que mirase, derecha o izquierda, el circo no acababa, como si se extendiera durante kilómetros y kilómetros.
Continué y caminé por el sendero de tierra que se perdía en el horizonte tal y como André me dijo que hiciera. Y entonces me acordé de aquel papelito que me dio ese hombre extraño en la zona oscura. Me lo saqué del bolsillo y lo inspeccioné, lo tomé entre mis manos y lo vi minuciosamente. Era pequeño, de color gris azulado, en forma rectangular. Al tacto parecía bastante firme hecho de algo que no pareciera ser de papel, en una de las caras habían unos grabados dorados de algo que parecía una nave espacial con otros detalles del mismo color. Del otro lado del papel, habían grabadas unas grandes palabras que decían "To The Moon" y que abarcaban casi toda la cara. Y de los dos lados aparecía una especie de logo decorado con una pequeña navecita espacial encerrando en un círculo las palabras "BlueSky Company". Y no había mucho más, así que me lo volví a meter al bolsillo y esperé en algún momento encontrarme a alguien y preguntarle por el papelito y para qué era.
Habrá sido quizás una hora y media hasta que a lo lejos encontré el otro circo del que me habló André. Este circo era bastante similar al que había estado hace poco más de una hora. Sólo que éste parecía más pequeño y las franjas en el techo eran de color violeta, a diferencia del rojo del otro circo. Continué caminando, ahora más lentamente, temiendo que algo sucediese, ya que el ambiente se encontraba muy, muy tranquilo. Me acerqué al telón, aparté las telas y miré dentro. No había nadie. Y entré sin hacer ruido. La iluminación era tenue, luces naranjas alumbraban vagamente la habitación y los pasillos. Recorrí aquel circo temiendo que algo apareciera delante mío de repente, cada vez que me encontraba con una habitación a medida que avanzaba por el pasillo, echaba un vistazo rápido; objetos tirados, suelo rasgado, bancos en mal estado, pero no hubo nadie, ni una persona ni un animal. Sin embargo, se escuchaba ruido, ruido de gente como si hubiese una gran fiesta, pero no lograba saber de donde provenía todo ese bullicio. Seguí caminando hasta toparme con el final del pasillo. Y me sorprendí al ver que a mi izquierda habían personas disfrazadas de algo que no reconocí, estaban algunos sentados y otros parados esperando, viendo por entre el telón donde adelante se encontraba el espectáculo. Una de las personas que estaba allí se percató de mi presencia, se irguió, me señaló con su mano y llamó al resto de los suyos. No pude reaccionar a tiempo, que ellos se abalanzaron hacia mí y me apresaron. Me lanzaron fuertemente en medio de toda la obra que había más allá del telón, y caí de rodillas quejándome del dolor. En lo que me levantaba, alcé la mirada y vi luces a todo alrededor, cegadoras, resplandecientes que me encerraban, me agobiaban. En las tribunas delante mío vi siluetas extrañas que por la luz no las pude distinguir, pero había una gran cantidad de ruido, un ruido ensordecedor e ininteligible, como si el circo estuviese lleno, como si hubieran mil personas gritando a la vez. Se escuchaban aplausos y rugidos feroces de animales o lo que creía que eran animales, o lo que quería creer que fueran, y no otra cosa horrible. Al levantarme por completo, vi a un hombre cerca mío, con una mirada vacía y una sonrisa macabra. Era obeso, vestía una galera, un traje con capa y acabado en puntas, pantalón y zapatos negros. Agitó un látigo que llevaba en su mano derecha y lo tiró hacia mí. Me enredó en el látigo y me acercó hacia él.
—¡Perfecto asistente para mi siguiente truco! —vociferó con una voz tenebrosa, hablando a través del micrófono.
Estando al lado suyo completamente atado rodeado por su látigo, hizo un movimiento rápido girando y desplazándome lejos, dejándome cerca de una de las tribunas. Me quedé tirado en el suelo, mareado y con dolor. Y escuché como las mil voces ininteligibles que se escuchaban antes se hacían más claras, y ahora cantaban al unísono "¡Entertainer!" "¡Entertainer!" "¡Entertainer!".
Las tribunas justamente delante mío estaban totalmente vacías, la gente que antes estaba allí se habían echo a un lado y parecían darle lugar a algo que se aproximaba. Y entonces pude ver que aquellas "personas" que se apartaban eran más bien marionetas, títeres, era extraño, no podía explicarlo pero parecían juguetes. Y delante mío, de aquellas tribunas al fin, apareció una gran figura. Unas gigantescas manos con guantes blancos aparecieron primero y se aferraron al escenario y parte de los asientos, rompiéndolos, haciendo gran estruendo. Luego, se asomó una cabeza redonda, gris, con dos huecos a modo de ojos, pero vacíos, y con una sonrisa aún más perturbadora que la de aquel hombre obeso. Aquella cosa, aquella cabeza, llevaba puesto una vestimenta que parecía flotar, pues no contaba con torso ni otras extremidades. Vestía un gorro de bufón y ropaje característico de un circo. En aquel momento toda mi atención se dirigió a la criatura gigante, pero mi vista se me nubló y no pude contenerme en pie. Me llevé las manos a la cara y traté de respirar hondo y cuando al fin pude mirar de nuevo, mis ojos cruzaron con los de la bestia, aquel demonio de ojos sin vida, oscuros y acompañados de una sonrisa macabra. No esperó más, y levantó una de sus manos, la alzó alto casi tocando el techo, y la pasó encima mío. Por instinto me encogí de hombros y puse mis manos delante de mi cabeza, estuvo a punto de aplastarme, cuando salté hacia adelante y caí al suelo, y mi corazón latió como nunca antes, y se escuchó el ruido de aquella mano caer con todo hacia el suelo justo detrás mío. Me levanté rápido, y vi la polvareda que había dejado. La mano comenzó a moverse, arrastrándose por el suelo en mi dirección, barriendo consigo tierra y piedras, y yo comencé a correr hacia las tribunas de delante, donde el monstruo. Y vi que de la nada habían aparecido desde debajo de aquella cabeza gigante, un millar de agujas enormes, pinchos que resplandecían de un gris metálico, a punto de empalarme, y la mano detrás mío que se acercaba a mí, queriendo conseguir ese mismo objetivo. Me encontraba apresado entre la mano y aquellos pinchos, corrí lo más que pude, me di la vuelta y salté la mano del monstruo, y caí del otro lado. Mi cabeza chocó de lleno contra el suelo, pero me levanté sin quejas y pensé lo más rápido que pude, temiendo por mi vida. Me dirigí corriendo hacia los extremos del circo, quizás no funcione, pensé, ya que pensaba destruir el metal del escenario donde encima habían tribunas, al ser metal, quizás no funcione mi plan, pero tenía que intentarlo. Vi de reojo mientras corría, que varias de las marionetas que se encontraban en las tribunas se habían bajado, y estaban ahora en el escenario junto conmigo. Una de aquellas marionetas se encontraba especialmente cerca, y en su mano agitaba un cuchillo y venía furioso a por mí. Tropecé, me había desconcentrado al ver aquella daga, que tropecé y caí. Aquél muñeco se acercó, y levantó con fiereza su daga y la abalanzó hacia mí. Puse mi mano por delante y sentí que desgarró los tejidos de mi palma. Me entró una adrenalina de repente, me puse de pie y me aparte, y cuando vi mi mano, el guante se había roto, y un trozo de la hoja de la daga se encontraba incrustado en mi palma, desintegrándose, y de ella chorreaba sangre. Me apreté la mano y fruncí el ceño. Voltee para atrás y vi al muñeco confundido, y con sólo la empuñadura de la daga en su mano. Continué corriendo hacia los extremos del circo, llegué a la parte metálica de las tribunas, me saqué el guante de mi otra mano y lo tomé suavemente con mi mano dolida. apoyé la mano que tenía desnuda en el metal. Y el metal poco a poco dejó ver un hueco, por el cual no dudé dos veces en meterme. Todo estaba oscuro, choque contra algo suave, telas, pensé. Me encontraba mareado, y sin más apoyé de nuevo mis manos con desgano en aquella tela y otro nuevo hueco se formó, y me dejé caer por allí.
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