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Pasos al costado. ¿Qué tiene en común un disco, un libro y una pintura?

Abr 25, 2025

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Pasos al costado. ¿Qué tiene en común un disco, un libro y una pintura?
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Parte 1:

Far Away Irys,

Capítulo 8.


Cargabamos cada uno una bolsa y una mochila llenas con las compras y algunas cosas de la casa de Galeano. A nuestros lados caminaban con nosotros sus amigos, los perros, quienes se sentían curiosos y olfateaban todo lo que encontraban en la pradera.

—Y… ¿Hacia dónde nos dirigimos? —le pregunté a Galeano.

—Hacia el norte —respondió—. Allí hay una playa, y allí esperaremos la llegada del Giant Moving Silver Beetle, un gigantesco escarabajo que recorre los mares.

—¿Un escarabajo gigante? —pregunté con sorpresa.

—Claro. El gran escarabajo que camina los mares desde hace ya varias décadas. Quizás hayan escuchado hablar de él. Debido a su habilidad, el escarabajo tiene un gigantismo descomunal, y con el paso del tiempo las personas lo utilizaron a su favor, modificando al pobre bicho y haciendo de él todo un reino entero —explicó Galeano.

—Increíble... ¿entonces los animales también pueden tener habilidades?

—Pues... ese es un tema del que aún está en debate. Si bien todo ser vivo puede desarrollar una habilidad, las plantas y los animales, como los conocemos, por sí solos no son capaces de soportar las mutaciones de los genes, y mueren antes de desarrollar una.

—¿Tú tienes una habilidad, Jim? —me preguntó Irys.

—Tengo una, sí. Puedo destruir las cosas con sólo tocarlas. Es por eso que llevo estos guantes especiales, para no tocar algo y que sin querer... —dije, deteniéndome un momento, y luego prosiguiendo—: sin querer, destruya algo.

—¡¿En serio?! —dijo Irys con asombro— ¡Demuéstralo, demuéstralo!

Asentí y me dirigí al árbol más cercano. Me quite el guante derecho, me agache a donde había una ramita en el suelo y la toqué con mi mano desnuda, y pronto la ramita desapareció.

—¡Increíble, tu habilidad es muy destructiva! Pero… ¿Cómo es que no se rompe tu guante?

—Está hecho con un material especial, aun así, no puedo destruirlo todo, al menos que yo sepa, lo más duro y resistente no puedo destruirlo.

—Ya veo… ¡Yo puedo convertirme en demonio! —dijo, entusiasmada.

—¿En demonio?

—¡Claro! Adopto una forma feroz y oscura, ¡no querrás verme convertida!

—No querrás verla, créeme —dijo Galeano con su vista posada en el horizonte—. Pero no te conviertas ahora, Irys. No hace falta demostrarlo. Y hablando de eso, ¿cómo lo llevas? ¿Lo has dominado?

—Pues… he aprendido a controlarlo un poco mejor. ¡he mejorado mucho, los chicos del circo me ayudaron! ¡De vez en cuando me convertía y al público le encantaba, aplaudían y me aclamaban!

—¡Qué bueno, me alegro por ti, pequeña! —dijo, y apartó la vista de enfrente y le dio una cálida mirada a Irys.

—¿Y qué hay de ti, Gali? ¿Aún no has desarrollado ninguna habilidad?

—No. Aún no me ha ocurrido. ¡Pero tengo mucho conocimiento, y eso gana! —dijo riendo—. Ahora, siguiendo con lo del escarabajo, su interior está casi vacío, modificado y edificado, desde hace varios años una persona "monta' el escarabajo, parado en su cabeza, con unas cuantas cuerdas dirige el rumbo y controla al gran bicho.

—¿Cómo que edificado? —pregunté. 

—En su interior hay todo un reino, donde quizás también haya uno de los discos que buscas. No estoy del todo seguro de éso, pero  iremos de todos modos ya que así podremos cruzar el océano y llegar a otras tierras.

—Entiendo —dije.

—¿Buscas discos, Jim? ¿Qué clase de discos? —me preguntó Irys.

—Busco discos de vinilo —le dije—. Son actualmente mi objetivo, 

Irys pareció confundida.

—Entiendo... —dijo, moviendo su cabeza de un lado a otro—. ¿Y para qué?

Estuve a punto de decirle, pero entonces vi como Galeano levantó su mano y se llevó un dedo a los labios, en señal de que guardase silencio.

—Es secreto —le dije entonces a Irys.

—Entiendo, entiendo. No cuestionare tu objetivo. ¿Y entonces Gali te está ayudando? ¡Qué lindo! Entonces, ¡yo también te ayudaré!

Parecía bastante alegre de ayudarme en la misión, pero algo dentro mío me decía que ella estaba alegre porque podía estar con Galeano. Y no la culpaba, siempre y cuando nos sirviera de ayuda y compañía en el viaje.

Caminamos durante unas cuantas horas, por el camino Galeano nos iba mostrando algunas de las historias del lugar. Nos topamos con el gran agujero del norte, un enorme cráter de al menos un kilómetro de diámetro que daba al vacío. Nadie, nos contaba Galeano, absolutamente nadie sabía quién o qué es lo que hizo semejante agujero.

Pasamos también por un lugar muy preciado para él y nos quedamos allí a descansar un rato.

—Aquí yace otro de mis mejores amigos, fiel compañero… y detrás de él, lo que antes era un hermoso sauce llorón, ahora es sólo un pedazo de tronco, talado... —dijo con angustia.

Galeano se sentó en el pasto y se recostó en el tocón de madera, junto a la tumba. Irys y yo nos sentamos también, y descansamos un momento a la luz del sol. Comencé a contar los perros por puro aburrimiento, y conté hasta once en total, pero hablando de ellos que me había llamado la atención.

—¿Y aquél-dije señalando a uno de los perros que tenia una cola muy pequeña, una cara larga y gorda y era completamente de color marrón claro—, qué clase de perro es?

—¿Hablas de Bara? Es un carpincho, una fiel compañera mía. ¿Recién te has dado cuenta?

—Vaya… se camufla muy bien con el resto —dije, apenado.

—¡Un Carpincho! —dijo Irys, que al parecer tampoco se había dado cuenta—. ¡Qué lindo, qué lindo!

Se acercó al carpincho y le acarició repetidas veces. Aquel pequeño animal se veía tan sereno, que ni siquiera abrió los ojos ni se movió cuando Irys se acercó y le acarició.

—La encontré hace un par de años por estos prados. La pequeña tenía las dos patas traseras rotas y se arrastraba con dolor. La llevé conmigo, la curé y nos volvimos inseparables. Hace no mucho, ella desarrolló la habilidad de súper fuerza.

—¿Super fuerza? —dije.

—¡En serio! ¡Increíble, y con esa cara tan linda y tan serena nadie esperaría que tenga super fuerza! —dijo Irys.

—Así es, tiene una fuerza descomunal. Y pienso que, al haberla encontrado y curado, es que pudo vivir con esa habilidad, ya que de otro modo hubiera muerto a causa de las complicaciones que le causaba desarrollar esa habilidad. De todos modos —dijo, levantándose del suelo—, la pequeña sufre de sordera, no puede escuchar.

—Oh, pobre...

—¿Y eso por qué? —pregunté—. ¿Es debido a las mutaciones que sufrió?

—Es posible. No lo sé con certeza. Será mejor que continuemos el camino, con un poco de suerte y prisa, llegaremos a las costas para la medianoche.

Galeano sacó de su mochila un par de flores y las dejó en la tumba de su amigo, y luego, continuamos el camino hasta que el sol se puso.

—¿Falta mucho? —preguntó Irys.

—Hoy no llegaremos, vamos a ir por allí, bordeando aquel bosque —dijo Galeano desviándose del camino—. Caminaremos un par de horas más y cerca de la medianoche entraremos en el bosque y nos quedaremos allí al calor de una fogata.

Caminamos al borde de un gran bosque frondoso, de pinos altos y secos, donde en lo profundo de aquel bioma no se veía más que oscuridad debido a que nada de luz lograba entrar por entre las ramas y las hojas. Una vez se hizo de noche, comenzamos a tomar camino por el bosque y ya nada se veía, así que caminamos tan sólo unos minutos hasta por fin nos sentamos en un lugar, descargamos nuestras cosas, e hicimos una fogata. La luz iluminó de repente todo alrededor, y las sombras de los pinos se tendían en el suelo y sus ramas formaban siluetas extrañas y escalofriantes.

—Ah, deberíamos llegar mañana a la mañana, a primera hora —dijo Galeano, sentándose en el suelo, dejando escapar un suspiro luego de hacer la fogata—. Por ahora vamos a descansar aquí y a comer algo.

Galeano sacó de su mochila una botella de agua y un par de raciones de comida y un par de mantas para recostarnos en el suelo. Sacó además un par de hierbajos y junto con un pequeño cuenco de agua, se lo dio a Bara. Nosotros nos habíamos puesto a comer y beber, pero él esperó a darles al menos una pequeña ración al resto de sus amigos para recién entonces sentarse a comer.

Al poco tiempo, una vez acabamos la cena y estuvimos mejor acomodados, Irys se durmió.

—Ah, Irys. Qué niña… —dijo Galeano en voz baja, poniéndose cómodo y recostándose en el suelo utilizando el tronco de un árbol como respaldo.

—¿Hace cuanto que se conocen? —le pregunté.

—Hace unos seis años. Creo que entonces ella tenía doce…

Hizo una pausa, se aclaró la garganta suavemente, y prosiguió:

—Iba por la vereda, en una noche helada, había nieve por todos lados. Me encontraba fuera de mi hogar ya que... —hizo de nuevo una pausa, miró hacia un costado, y siguió—:  ya que tenía un asunto pendiente. Intentando volver a mi hogar, abrigado hasta las cejas y con mis canes apegados a mí, buscando también un refugio, vi que uno de ellos olfateó algo y escapó corriendo hacia un callejón, persiguiendo aquél olor. Le seguí, y allí en la oscuridad, tendida en el suelo, encontré una niña. La encontré en muy mal estado, en los huesos, sin nada de ropa temblando debido al terrible frío, y con heridas alrededor de todo su cuerpo.

—Pobre… —dije con la voz quebrada.

—Por un momento pensé que estaba muerta, me acerqué a ella y vi entonces que aún respiraba a duras penas. Me arrodille en la nieve y la socorrí, la pequeña abrió lentamente los ojos al sentir mis manos. ¿Quién eres? ¿Dónde están tus padres, tu casa?, le pregunté, pero no hablaba, y lo único que hizo fue llorar desconsoladamente y su cuerpo tembló tanto que pensé que le iba a dar un ataque. Su cara, y todo su cuerpo, estaban congelados. Me decidí y la llevé hasta el lugar más cercano y seguro, mi antigua casa, la casa que hoy derrumbaron. Aquella casa permanecía aún desolada, no había nadie ni nada, no había comida ni agua, así que cuando llegamos nosotros dos, yo me apegue a ella y la abracé, la intenté mantener fuera del frío helado, hasta que paró de nevar. Entonces, la tomé en brazos y salí corriendo, y la dejé sana y salva en la casa donde ustedes durmieron ayer. Le di comida, agua y la curé de sus males. Luego me contó su historia: Durante su niñez, cuando aún tenía amor de una madre y un padre, empezó a desarrollar su habilidad y le crecieron cuernos. Me contó  que se despertó una mañana y al verse al espejo, los notó, notó dos protuberancias en los laterales de su cráneo. Rápidamente fue a contarle a sus padres, los cuales no reaccionaron nada bien. A partir de entonces, cada vez sentía menos cariño hacia ella, y ella se sentía más distante hacia ellos. Sus cuernos fueron creciendo poco a poco, y ella no podía controlar su temperamento. Su cuerpo, su rostro se tornaba oscuro y adoptaba la forma de un demonio al que todos temían. Sus padres la encerraron en su habitación y no la dejaban salir ni a la escuela  ya que se avergonzaban de la apariencia de ella, e incluso les daba miedo. Un día, su madre que era muy vulnerable a las enfermedades, murió. Ella me contó que el día anterior los escuchó discutir muy fuerte… escuchó golpes, varios golpes, y varios gritos pero la pequeña no podía hacer nada. Deseó con todas sus fuerzas transformarse y defender a su madre, a pesar de lo mal que la trataba, pero la puerta estaba con llave y las ventanas tapadas con tablones. Hasta que un día, varios después del fallecimiento de su madre, Irys logró destruir la ventana utilizando su poder, y logró huir lejos. Ese día que huyó, era un día helado y nevaba como nunca antes había nevado en aquella ciudad. Y ese día me sentí suertudo de haberla encontrado... aún con vida. 

Galeano logró terminar la frase, y rompió a llorar, intentando no hacer ruido para no despertar a Irys. Lágrimas corrían por mis mejillas también, me había dejado dolido, con una fea sensación en el corazón, como un vacío.

—No volvió a ver a su padre, y me consideró a mí como uno. Me quedé con ella un par de meses, no podía seguir estando conmigo así que la llevé a otro lugar y dejé que alguien más la cuidara por mí.

—¿Por qué? —le pregunté con la voz ahogada—. ¿Por qué te separaste de ella?

—No podía seguir manteniéndola, no en mis condiciones. Lo siento —dijo y me miró a los ojos, y luego agachó la mirada al suelo—... La llevé a un lugar donde yo sabía que ella estaría mejor. Y ese lugar, fue el nuevo circo que había en el reino del Tardío Amanecer. Tres grandes grupos se reunían, los del Loundreau, los del Antiguo Marcus, y los de aquí. La llevé a ver la función que hacían en el circo. Rió, aplaudió y se emocionó un montón. Al acabar, hablé con uno de los encargados del circo, un amigo. Le dejé a cargo de Irys, y el prometería hacerla feliz. Despedirnos no fue nada fácil, pero tuve que hacerlo… 

Se limpió las últimas lágrimas de su mejillas, y se movió hacia un costado, abrió el cierre de su mochila y sacó de dentro un vino. Lo descorcho, y comenzó a tomar del envase.

—Bueno, parece que cumplió su promesa. Al menos la veo mucho, mucho más alegre —dijo.

Me quedé unos segundos en silencio.

—Ya no existe la Ciudad en Llamas —le dije, cambiando de tema.

—Lamento aquello, Jim —me dijo, y dio un sorbo a su vino—. Lamento haberte dicho... otra cosa. A veces me pasa que confundo lugares, y me remonto a otras épocas.

—¿Y por qué te encontré allí, en aquella zona blanca? —le pregunté.

—Suelo ir a los lugares que me causan dolor…  —me respondió limpiándose la boca con la manga de su abrigo y dando otro gran trago a su vino.

—¿Hace mucho que tomas? —le pregunté.

—Desde hace siglos…

Me quedé pensando un momento, observandolo.

—Dime, ¿cuántos años tienes? —le pregunté, y ya me hacía una idea de la respuesta.

—Ya he perdido la cuenta, pero al menos… no sé, cuatrocientos… quinientos años, quizá.

—¿Me lo dice de verdad? ¿Esa es su habilidad?

—Sh… no hables tan alto —me dijo, y toda la atención que tenía sobre su botella de vino, se vio dirigida hacia mí por un segundo—. Si, esa es mi habilidad… Soy Inmortal, a cambio de una inteligencia superior.

—¿A cambio? ¿No serían dos cosas buenas?

—Al menos yo lo veo como una maldición, además, toda habilidad viene con una contraparte. Dudo que la parte mala sea tener mucha inteligencia. Si quieres saber sobre las habilidades, todo ser vivo la puede desarrollar. No puedes saber cuando, no puedes hacer nada para atraerla, no puedes elegirla ni deshacerte de ella… incluso la mayoría de las personas viven plenamente sin una, hasta morir. Siempre que se tenga una habilidad, ésta vendrá con algo negativo. puedes tener una gran fuerza, pero a cambio quizás no puedas ver, o escuchar, como Bara. Quizás sin más vivas menos años a cambio de tener... No sé, telepatía, o poder volar, o teletransportarte o controlar el viento o el agua... o lo que te imagines.

—¿Y Irys no sabe nada de tu habilidad?

Galeano volteó a verla rápidamente y volvió a hacerme un gesto para que guardase silencio.

—Es mejor que no lo sepa —respondió—. Es una maña mía... pienso que es mejor que no se entere. Dime, para estar seguro, ¿cómo has llegado aquí? Sé que no eres de este mundo, así que dime.

—¿Cómo lo sabes? —le dije, y me entró un ligero miedo.

—Sé muchas cosas a causa de mi habilidad…

—Fue hoy, poco antes de encontrarme con usted. Desperté en el pasto sin recordar de dónde vengo, ni siquiera mi nombre. Estaba recostado en el suelo viendo hacia el cielo, cuando de pronto apareció delante de mí una silueta oscura. Me levanté y me di cuenta de que era una figura humanoide, completamente negra, de altura similar a la mía. Apenas la vi, la "sombra" me mencionó algo sobre un objetivo, que debía reunir suficientes discos de entre las tierras y los reinos. Me dio a elegir una habilidad, la que quisiese. Me quedé pensando unos segundos, y le pedí esta… No sé, supongo que es buena ante los peligros, pero no pensé en las consecuencias. Aun así, no se quien era esa figura, ni por qué me pedía discos, o por qué me dio a elegir una habilidad... antes de que pudiera hacerle cualquier pregunta, se esfumó como el humo, y no la volví a ver.

—Bueno, ahora es cuando me cuentas la verdad —dijo con una mirada seria, y luego de un segundo, se rió—. Es broma… No es la primera vez que escucho algo similar a lo que me cuentas.

—¿A qué se refiere? —le pregunté entre un bostezo.

—Me he encontrado a muchos de los de tu "grupo" que buscaban estos discos… No sé qué traman, pero los ayudo. No tengo nada mejor que hacer —dijo, le dio un trago a su vino, y vació la botella—. Suficiente por hoy, yo haré guardia, tú deberías dormir.

—¿A qué se refiere con "grupo"? ¿Hay más personas como yo buscando discos? —le pregunté con gran incertidumbre.

—Los había, sí. Pero no es de importancia. Quizás quieras saber qué haces buscando discos, pero créeme que ellos también lo hubiesen querido saber. Y yo tampoco lo sé. Así que mejor duérmete, los despertaré a los dos a primera hora.

Me quedé mirándolo unos segundos, con duda. Respire hondo, y sin más me acosté en la manta, sobre el pasto, e intenté dormirme. Miré las estrellas, el cielo oscuro, y las últimas chispas de la fogata antes de caer dormido.

Me despertó Galeano a las horas, y la poca luz que había me cegó momentáneamente. Galeano estaba empacando las cosas junto con Irys, y para cuando yo me hallé listo, continuamos el camino, saliendo del bosque. Desayunamos unas manzanas en lo que volvíamos al sendero principal. Irys corría junto con los perros por el prado, hasta cansarse. Se le veía feliz, pero en mi rostro había una angustia al recordar por lo que pasó. Pronto, no habiendo caminado más de una hora, vimos las costas.

—Allí está la playa, si quieren ir a disfrutar, háganlo ahora, porque en cualquier momento vendrá el gran escarabajo y nos iremos en él.

Galeano se subió a un montículo y se sentó en el pasto, esperando. Mientras, Irys, los perros, Bara y yo fuimos a la arena y estuvimos allí, disfrutando.

Agustín D.

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