Parque de la vida

Llego a este lugar esperando conocer un poco más la ciudad donde vivo hace ya unos días y buscando un poco de tiempo a solas. La entrada no dice mucho y nose muy bien con que me voy a encontrar, veo unas escaleras que bajan y ya pienso en que voy a  tener que subir después y es un dia de mucho calor. Termino de bajar y aparece este camino de cemento enfrente mio serpenteando entre la selva. Si, una selva en la mitad de la ciudad, como la gran manzana de NY pero en su estado más salvaje, latino. Ya se siente algo distinto en el aire, en primer lugar no se escuchan ruidos de ciudad, solo el agua y la naturaleza moviéndose todo alrededor, eso me emociona.

El sendero te invita a caminar, lo veo alejándose y doblando a algún lugar misterioso que se esconde detrás de las miles y miles de cañas que nacen del piso. Inmensas para alguien que solo las había visto crecer bajo el estricto cuidado de los dueños de jardines. Camino despacio, mirando para todos lados, asombrada de todo, y siento que ya gane un lugarcito en el mundo.

Las cañas surgen masivas y desordenadas. Terriblemente altas, tanto que empiezan a curvarse por su propio peso, cayendo hacia el centro, tapando por partes el cielo, dándome esa sensación selvática de densidad, de semi oscuridad y humedad. Creando un ambiente casi mágico; la humedad se siente en el cuerpo y en los olores condensados y atrapados por las plantas, ese aroma a tierra mezclado con lluvia y animales.

Sigo caminando y de a poco me animo a salir del sendero, a acercarme y mirarlas más de cerca; empiezo a notar diferencias entre ellas. algunas tienen un tallo oscuro y hojas verde claro que brillan con el sol a trasluz, parecen cañas jóvenes. Otras tienen un color marrón grisáceo, parecieran ser más viejas, pero siguen en pie. Son tan perfectas que irónicamente parecen de mentira, las toco y siento sus diferentes texturas. Son suaves en sus partes más jóvenes y rugosas en las más viejas; parecieran estar formadas de capas superpuestas que las van engrosando. El piso está lleno de sus hojas caídas; secas y amarillas. Forman un colchón a los costados del camino que contrastando con los tonos más apagados de su alrededor pareciera que nos lo iluminara.

Allá al fondo, ahí justo donde el camino dobla, se ve como el sol alumbra, y todo allá atrás se tiñe de una luz verdosa y clara que nuevamente me llama a seguir adentrándome.

Todo pareciera estar perfectamente armado para que uno camine durante horas y horas perdiéndose entre los senderos y su vegetación. Me doy cuenta que a medida que avanzo sonrío, disfruto cada paso que doy y pienso si alguien entendería qué tan bien me siento ahi si intentara transmitirselo. Les mostraria esta foto y otras miles que saque. hormigas cargando hojas, lluvia cayendo, cañas naciendo de una pared de tierra y buscando la luz, un lago con un anfiteatro….. y nose si lograria convencer a alguien. 

Fue amor a primera vista. Volví cada vez que pude y recorrí todos sus senderos infinidad de veces. Descansando siempre en un punto diferente, absorbiendo cada detalle. Me senté a ver la lluvia caer en uno de sus puentes de troncos; observé una interminable fila de hormigas rojas gigantes llevar enormes hojas en sus espaldas; capte el reflejo de esas miles de cañas en la quietud de su lago.