Siempre fui de crear paredes.
Muros. Pero no de piedra, de palabras y acciones.
Esos que protegen mi corazón y alma. Esos que a veces acompañan y otras distancian.
No puedo evitar levantarlos cuando algo me amenaza. Puede que alguien que me quiere se acerque para consultarme, pero ellos se presentan y responden secamente.
Cuando deseo hacer algo ellos también me hablan. Dicen que no, que es peligroso, que pueden suceder muchas cosas si lo hago. Ellos siempre parlotean al lado de mis oídos.
Y yo los escucho, porque no sé hacer otra cosa.
Ellos y yo convivimos desde siempre, y ya somos más amigos que enemigos.
Aunque, a veces se dispersan y duelen. Duelen porque dejan hendiduras, espacios, lugares por donde mi valentía se escapa y sale a la luz. Ella actúa sola, ella no pregunta.
Ella toma sus decisiones, aquellas que pensamos juntas en la madrugada pero yo no me animo a accionar.
Y a veces sale bien. Solo a veces. Porque en otras ocasiones la situación se vuelve nublosa, y yo me enojo con ella.
No debería hacerlo, ella y yo también somos más amigas que enemigas, pero duele más.
Duele porque permite entrar momentos que se volverán recuerdos. Errores que se volverán aprendizajes.
Y yo le agradezco. Pero no en el momento.
En el momento los muros se ríen de mi. Se levantan de un tirón, se retuercen en su lugar y miran las hendiduras. “¿Pensaste que ella era mejor que nosotros?” “No, no” “Entonces ahora enfrenta las consecuencias. Aprende, ¿no es eso lo que querías?” “Sí, pero no así”.
Yo los abrazo, los adoro. Es difícil desprenderse de algo cuando produces acostumbramiento a ello. Y ellos lo saben.
La valentía jamás se irá tampoco, ella estará escondida, esperando un espacio para escapar. Es paradójico, me hace aprender pero ella no aprende. De todas maneras, la quiero, ella me arriesga y sumerge. Me duele y me abraza.
Y los muros también. Los muros me protegen, aunque son sobreprotectores.
Cada uno hace su parte, solo que a veces, muy, muy de vez en cuando, me gustaría echarlos a un lado y actuar por mi cuenta. No perder los estribos y arriesgarlo todo, pero tampoco temer por algo que no sé.
Somos un trío de emociones. Amigos, enemigos y algo más
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