Qué bella está la noche, tan pacífica y sincera,
tan melancólica y placentera.
A lo lejos los perros ladran,
yo solo escribo un puñado de palabras
que indagan en mi interior,
que buscan en cada rincón.
Y este corazón palpita,
se altera con cada suspirar.
Lo siento escapar hacia ese paraíso de color negro.
Y quisiera llorar, pintar de rojo sangre el lugar,
pero es mi hogar y solo puedo soñar.
Cerrar mis párpados y navegar por líneas de versos,
inmerso en un viaje interminable,
donde las estrofas se vuelven palpables,
inagotables, armoniosamente interminables.
~
Vuelve a mí ese palpitar, el temblor de tu cercanía,
siento esa paz, reposa tu nota, eres armonía.
Te quisiera alcanzar, pero aún me desespera tu lejanía;
estrella fugaz, sin tu luz no existe poesía.
Te pinté en mis sueños, siempre una flor diferente,
cambiaste con los años, pero aún sigues en mi mente.
De repente me acuerdo de ti y de toda tu belleza,
te escondo entre palabras, entre mi felicidad y mi tristeza.
Eres el verso que está ahí, que nunca encontré,
la herida abierta y el amor que anhelé,
una voz interior y una pasión que nunca se va,
la musa, la música, la expresión y la libertad.
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