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Parágrafo sobre la amistad.

Jun 20, 2024

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- No extrañás la calesita? - preguntó irónicamente Sofía.

Sí, So. Siempre extraño las idas y vueltas en calesita, siempre me extraño cuando me siento ausente, pero me irrita tanto que me hagas estas preguntas cuando ya tenés la respuesta. Quien conoce a Sofía sabe que profundamente, tras sus preguntas (también respuestas) disruptivas habita un amor incondicional, y cada uno que nos vio juntos lo percibe, es innegable, es conflictivo, es un lazo inquebrantable que oscila constantemente. Que nos lleva entre guerras y tratados pacíficos, entre cuestas y barrancos. Que nos une cierto tiempo, y nos aleja por periodos. Que padece ciertas hibernaciones emocionales, que cada uno comprende sin cuestionamientos; jamás nos dejamos solos. Hoy estábamos en un cese del fuego, estábamos disfrutando este periodo ausente de desgracias, aunque siempre volaban chispazos. Nunca había una certeza fija de reencontrarnos mañana, podía llegar a ser la semana próxima, el año, el lustro.

En contraste a nosotros, éste era un periodo violento de mi vida, un pasar sumamente desgastante. Me sentía paradójicamente un estanque vacío, deshabitado, de peces, de pescadores, ausente de animales que precisasen de agua. Tan sólo era un estanque quietito al costado de una ruta poco transitada; poetícamente, me percibía de esta forma, en contraposición a las largas jornadas de estrés producto de las crisis económicas, a las noches en donde no podía dormir ahogado en mi cabeza, donde probablemente, supe cometer el error más grande de mi vida. Tanto Sofía como yo, sabemos que me fue necesario. Existieron eternas charlas entre los dos, no me cansé de contarte cómo es que tuve que abandonar, a quien me había recuperado. A quien supo darme las herramientas para transitar el más oscuro de los avernos. Hubiese sido mucho más sencillo que me hubieses arrancado el alma, que me hubieses aniquilado mientras te reías y me escupías la cara. Me sería súmamente vital, tener esta especie de excusas para mi exilio; no me tocó esta vez salir corriendo de un enfrentamiento armado, sino, que tuve que huir de casa.

El concepto de calesita le fascina, lo noté muchas veces; y yo creo que le fascina porque también lo ve en ella, se siente parte. A pesar de que Sofía jamás escribió un poema, mucho menos un relato, fue constantemente la vía por la cual ingresé a los mejores de los míos. El problema de la calesita es que tiene que estar bien aceitada, ya no sé si quiero subirme a bordo de aquellos juegos descuidados, despintados, que hacen ruido a metal, o que notás a simple vista que tienen flojos los tornillos. El problema parte de esta decisión, que voluntariamente traba algo los engranes. Las charlas constantes de nuestras vidas siempre se reflejaron entre hojas, Sofía es la oratoria, la narrativa, yo soy más bien lo literario, el texto; es un necesario ir mezclando en nuestros baldes ambas partes, después ver qué sale, evocarlo, moldearlo, pulirlo a encuentros y desencuentros, a deshoras borrachas o citas en cafeses a las seis de la tarde. A mi también me encanta, lo que a veces se instala en mi mente, es la incertidumbre de pensar quién es que aporta más. No necesariamente en un hecho de egocentrismo, creo fehacientemente que Sofía podría literar sin mí, lo que no me queda claro es si yo podría orar/narrativar sin ella.

PibedeVictoria

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