para el ángel que no soy hoy ★

querido ángel mío que leerá esto en el futuro:
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no te escribo con la esperanza de que haya un después, ni tampoco vengo aquí con el deseo oculto de que tus ojos se detengan en estas líneas y sientan algo. no te escribo para pedir una explicación ni para que devuelvas nada. lo que fuiste se quedó grabado en mí y lo que soy está grabado en ti. lo siento por ser la forma más débil de existir, y de no poder entregarte esto en tus manos que alguna vez fueron sagradas; la dejaré aquí, junto a mis alas rotas y mi cuerpo inerte, pues escribir esta carta es mi forma de terminar de pudrirme, lentamente, de forma paulatina... enredada en palabras que nadie va a recoger.
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quiero que sepas que yo también me habría dejado atrás. no vengo a justificarme. no tengo el descaro de pretender que fui suficiente. tampoco creo haber sido imposible de amar, aunque tampoco me atrevería a decir que ofrecía algo que se pudiera sostener. sólo era eso: un cuerpo inmaduro, unas alas que ya no sabían obedecer el aire, unos ojos llenos de polvo que seguían buscando una forma de quedarse. tú decidiste irte. lo entiendo. lo que duele no es tu marcha, lo que arde, con una claridad que me quiebra los órganos, es haberme quedado vivo después.
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y no me refiero al vivir de los días con su secuencia. no estoy hablando del calendario ni de las repeticiones mínimas que conforman la rutina. hay una vida que no ha querido apagarse del todo. una chispa que se niega a entender que no hay combustible y eso me mata más lento. no la partida, no tu nombre, no el eco de tu voz. lo que me está matando es esa parte de mí que no entendió que ya no queda nadie para sostenerme.
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aquí en mi cama, mi cuerpo sigue presente. arrastra lo que puede. toma agua, respira, cumple órdenes celestiales porque el hábito no se ha roto aún. mis alas están secas, no sangran ya. no hay rastro de sus plumas en la espalda, sólo quedan pequeñas llagas en la piel, lugares donde el aire roza sin piedad, porque ya no hay nada que lo interrumpa. no se me nota, eso lo sabes. sabes que tengo que darlo todo por pretender estar bien y esa es mi vida en estos días: pretención tras pretención, funcionalidad que esconde una farsa en la que yo me sumergí. si me miraras ahora, verías una forma reconocible. no te parecería grotesco lo que queda. pero por dentro ya se extinguió la vida. no tengo alma, no tengo más que dar. hay una línea tensa entre mis dientes y el pecho y todo lo que intento decir se queda atrapado ahí, en el hueco exacto donde antes se alojaba aquel nombre.
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ángel del futuro, que fue muy querido antes de la versión que estoy habitando hoy, te escribí para confirmarte que me estoy muriendo, y no hay nada hermoso en ello. no hay belleza, no hay redención. me muero y no pasa nada. no cambia el cielo, no cambia la habitación, no hay nadie que lo note. me muero igual que se apagan los árboles en el otoño pero al menos ellos tienen la esperanza de renacer en primavera.
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no quiero pedirte nada más allá de pedirte perdón por el desastre que vivo hoy. no voy a decir que seas fuerte mañana. no voy a pedirte que des algo que no tienes porque yo te lo arranqué, solo quiero que entiendas esto: no hay futuro para mí y tú tienes que pagar esa consecuencia. lo lamento porque no hay futuro por más que lo intenté, de verdad lo hice. luché contra el fondo con las pocas uñas que quedaban. intenté fingir estabilidad, aire, esperanza. y aun así me estoy muriendo. y lo que más duele no es la caída, sino haberlo visto venir y no haber tenido fuerza para hacer otra cosa.
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si un día alguien lees esto, si acaso lo lees tú en una ráfaga de memoria, no pienses que estoy buscando compasión. no la merezco. sólo quise dejar escrito que me disculpo contigo. lamento no haber sido fuerte, lamento que el ángel de hoy no construyó un futuro para ti. lo lamento tanto y siempre será así, en un ciclo. cuando seas el ángel que soy hoy, te disculparás con el que serás mañana. y viviremos así hasta que las plumas ya no recuerden haber sido alas.
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- siempre tú/yo, mi-ser-able.