Papas de mostaza

Hacia un día radiante en la plaza local, todos nos encontramos y empezamos a hablar.

Y así, como en camara lenta, con el rabillo del ojo, vi como se fue acercando.

Pianista, disciplinado, pelo negro como el cielo en la noche, constelaciones en sus ojos...

Cada vez más cerca, con esa risa tan reconocible.

Se sentó a mi lado, ¿Ahora que hago?

-¿Querés papas? Le dije. Me di cuenta que mi bolsa estaba casi llena, "Al parecer a nadie le gustan las de mostaza, estan infravaloradas" pensé. Le acerqué el paquete mientras intentaba disimular los nervios.

-¿De mostaza? ¡Son mis favoritas! Agarró un par y me miró, sonriente.

Sonreí, también eran las mías. Encontré su mirada en mi y lo correspondí por un momento.

El tiempo parece jugar cuando me mira.

Entreabrí la boca como para decir algo, pero mi cerebro callaba mis plegarias de casamiento.

Desvió la mirada y dijo:

- ¿Ves, amigo? Te dije que no era el único que le gustaba este sabor, es buenísimo. Exclamó, reclamándole.

Y la conversación siguió, pero deje de escuchar.

En ese momento sentí algo que sabía que iba a carcomerme por mucho tiempo, sobre lo que me advertian mis amigas, de lo que yo me burlaba, pensando que era una estupidez.

Pero ahora solo pienso: ¿Y qué, si este amor es de lo más cliché?

A él le encantan las papas de mostaza.

Y a mi me encanta él.