No sé cómo puedo aferrarme tanto a ti,
si nunca pude verte en persona.
Quizás porque me aferré a una idea,
a un reflejo inventado en mis noches,
a una ilusión que nunca tuvo cuerpo.
Hablábamos de todo y de nada,
me dabas palabras que parecían refugio,
y yo creía en ellas como un ciego cree en la luz.
Ahora me doy cuenta:
solo eran letras condenadas a borrarse.
De la nada me bloqueaste,
sin darme explicaciones, sin saber qué hice mal.
Fue como morir sin aviso,
como si tu silencio gritara que yo nunca importé,
como si borrar mi existencia fuera tan simple como un clic.
Intento recordar cada detalle,
buscar una falla, un error en mis palabras,
pero la verdad es más dura:
nunca fui suficiente para ti,
y nunca pensaste quedarte.
Qué absurdo es llorar por alguien que jamás toqué,
qué cruel sentir vacío de un rostro que nunca vi,
qué triste aceptar que me perdí en un espejismo,
alimentando un cariño que tú
jamás sentiste.
Me diste un adiós sin decir nada,
me dejaste preguntas sin destino,
me arrojaste a un silencio helado,
donde la única voz que queda
es la mía preguntando "¿por qué?".
Ahora entiendo que eras humo,
una sombra proyectada en mi necesidad,
un nombre en una lista de contactos
que se apagó de repente,
y yo… quedé sosteniendo la nada.
Y aun así, me duele.
Aunque fuiste tan fugaz, tan distante,
aunque lo nuestro nunca existe.

Flor de humo
Algún día tal vez deje de buscar respuestas en el humo lento que abraza mi mente, pero por ahora, cada calada es un verso y cada exhalación, un olvido.
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