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Palestina y el fracaso estructural de los derechos humanos: una lectura desde Houria Bouteldja

Jul 28, 2025

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Palestina y el fracaso estructural de los derechos humanos: una lectura desde Houria Bouteldja
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Universalismo occidental: dispositivo para administrar qué muertes importan

Los derechos humanos, tal como los gestiona Occidente, no son universales ni neutrales. Son una franquicia ideológica que responde a una estructura de poder global, centrada en la figura del sujeto blanco europeo como modelo de humanidad. Lo que queda fuera de ese molde —lo indígena, lo musulmán, lo insurrecto— se vuelve prescindible.

Y eso es lo que Palestina representa para ese sistema: un sobrante. Una población que no encaja, que no obedece, que no se adapta. Por eso puede ser ocupada, desplazada, cercada, y masacrada sin que se activen los mecanismos de protección que supuestamente amparan a todos los pueblos. Porque la universalidad de los derechos humanos tiene fronteras, y Palestina está afuera.

Derechos humanos: arquitectura de la impunidad selectiva

Israel bombardea hospitales, encierra adolescentes, bloquea ayuda humanitaria, demuele barrios enteros. Lo hace a cielo abierto, frente a cámaras, sin necesidad de esconder nada. Y lo hace con la complicidad pasiva —o activa— de las potencias que redactaron los tratados de derechos humanos.

Ninguna organización internacional seria puede alegar desconocimiento. Lo ven. Lo saben. Y no les importa. El lenguaje de la “preocupación” y las “condenas simbólicas” no es ingenuo: es un mecanismo diplomático para no hacer nada sin parecer cínico. Los derechos humanos no se niegan: simplemente se aplican en cuotas.

Filosemitismo de Estado: coartada para el apartheid

Bouteldja plantea con claridad que el filosemitismo estatal no es solidaridad con el pueblo judío, sino instrumentalización política del pasado. El horror del Holocausto, que fue cometido por Europa, se convierte en capital simbólico para blindar al Estado de Israel de toda crítica, incluso cuando reproduce lógicas coloniales.

La consecuencia: quien denuncia los crímenes contra los palestinos es acusado de antisemitismo. Se desactiva así toda posibilidad de pensar el conflicto en términos de opresión. La solidaridad con Palestina es criminalizada, el apartheid se normaliza, y el relato histórico se convierte en un dispositivo de impunidad.

El mundo no mira para otro lado: mira bien y elige no actuar

No es negligencia. No es desinformación. Es una política calculada. Los gobiernos que se presentan como defensores de los derechos humanos toleran —y en muchos casos financian— la ocupación israelí. ¿Por qué? Porque conviene. Porque Palestina incomoda más viva que muerta. Porque un pueblo que no se somete es una amenaza estructural.

Conclusión: Palestina no es una excepción, es el síntoma

Palestina no contradice el sistema internacional. Lo confirma. Expone que la legalidad no está al servicio de la justicia, sino del poder. Que los derechos no son principios, sino privilegios. Y que la dignidad humana, en este esquema, es negociable.

Lo que duele no es solo lo que ocurre en Gaza, Cisjordania o Jerusalén. Lo que duele —y debería escandalizar— es el silencio administrado, la complicidad maquillada, la maquinaria que convierte la resistencia en terrorismo y al ocupante en víctima. Ahí es donde los derechos humanos se desploman. Y nadie los va a recoger.

Yuliana Davico

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