Tengo miedo, mucho miedo.
Uno bien gordo con forma de oficina porteña
y cada vez lo siento más materia, solidificándose.
No hay forma de notificar esta locura,
psique en vigilia, cuerpo sólo acepta.
Entendí que al corazón siempre lo disfrazan,
desnudo asusta.
***
Oh, la materia. ¡Oh, la materia!
Por A o por B siempre el genocidio se hace noticia.
¡A ellos les encantaría que les guste el sexo!
Y nadie, verdaderamente nadie
sigue leyendo a esos autores que huelen a ceniza.
***
Ese bebé lloraba
porque sabía que el cuerpo demanda amores.
La noche le teñía su boca de leche
y por si acaso le denunciaba un seguro de vida.
Ese bebé torció el cuerpo
y de su lado oscuro
sacó un libro de poemas,
un xilofón de acuarelas,
un león de espuma
y así exigió su vientre.
Condenó al padre antes de que este pueda atrofiarle el cariño,
pudo comprender que un corazón no resiste a un mal abrazo
y que las riquezas las generan los trabajadores,
en fuga loca eterna plusvalía.
Ese bebé entró saltando al vip de Banana,
discriminó por negro, gordo, feo, trigueño y estoico.
Asaltó a los pechos, hombre de mamá con angustia oral.
***
Tenazmente, sin dubitar, el corazón siempre se entrega.
Del otro lado un ego escueto languidece, sucumbe y estropea.
¡Pero la hidalguía es el acto! ¡Y el corazón siempre se entrega!
No sin antes el previo ejercicio de la rabia, el sexo, el miedo y la poesía.
Algunas personas regalan chocolates,
otras una grand resort vibes experience, baby.
Y la crema es la risa.
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