Qué irónico es el amor.
Qué irónico es un día enloquecerse, despellejarse por amor al otro.
Qué irónico es el amor.
Qué irónico que, en el reencuentro de los dos, ya no esté ese sentimiento de locura agónica, casi asfixiante, del que mi cuerpo padecía ante tu sola presencia, dejando mi mente en un angustiante tormento casi nostálgico y enloquecido por tu querer.
Qué irónico es el amor.
Qué irónico es ahora quererte como a un compañero. Qué irónico: quizás esto es lo que sienten aquellas parejas avejentadas, acostumbradas a la rutina y a la compañía del otro, pelándose entre sí mandarinas al rayo del sol en sus reposeras añejas, con la pintura agrietándose y dejando el óxido a la vista. Ausentes de aquel fatídico y casi masoquista sentir desbocado en sus pechos por un poco de atención, por un poco de amor.
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