Padre

No hay palabras que alcancen la inmensidad.

La ausencia de tu risa aún pesa en el aire.

Aquel día, el sol brillaba con normalidad,

y sin embargo, la vida se oscureció en un instante.

Un susurro helado se llevó tu esencia,

un silencio abrumador llenó los espacios vacíos.

Padre, Jorge, nombre que acaricia mi corazón,

pero tu voz se ha desvanecido en el eco del tiempo.

Quisiera haber dicho más…

quedarme mucho tiempo en tus ojos.

Decirte que cada abrazo fue un regalo,

que te quiero, que te extraño con cada latido.

Las palabras quedaron atrapadas en mi garganta,

mientras el destino decidía sin aviso.

Te fuiste como el viento,

sin dejar rastro, sin un adiós.

La vida se vuelve un laberinto,

sin tu guía, con cada paso incierto.

Recuerdo tus historias, llenas de sabiduría,

las lecciones que guardo como un tesoro callado.

A veces, la luna me recuerda tu luz,

y me pregunto si en las estrellas me miras.

Los días siguen su curso, como ríos indomables,

pero yo llevo tu nombre en mi piel.

Las risas que compartimos, un eco en el pasado,

con cada lágrima, se hace más fuerte el recuerdo.

¿Dónde encontrar consuelo, padre querido?

En cada rincón donde tú solías estar.

Los recuerdos son oasis en desiertos de nostalgia,

cada instante vivido, un regalo eterno.

En la tarde tranquila, siento tu presencia,

como un abrazo cálido que nunca olvidaré.

Las sombras se alargan, y el tiempo se detiene,

pero tu amor aún me envuelve, aún me sostiene.

No hay despedidas, solo un "hasta luego",

pues viviré para honrarte, en mi andar diario.

Jorge, mi padre, mi héroe sin capa,

te llevo en mi corazón, en cada suspiro, en cada paso.

Escucharé el viento, buscando tu voz,

sintiéndote más cerca, en cada rincón.

Y aunque el alma duela por esta separación,

la memoria será faro, luz en mi corazón.

Así, sigo adelante, con tu ejemplo en mi ser,

y te prometo, padre, nunca dejar de querer.