I
Descendí del reino de los Cielos cayendo en picada al suelo y mis ojos se complacen al percatarse de dicha existencia que me llena de anhelos. Sin saber que sería mi último vuelo antes de presenciar el cambio de la humanidad.
Se han vuelto mezquinos, herederos del fausto, han perdido la razón al llenar sus manos de tanta sangre y carne, de tantas armas volátiles que se han olvidado de ser ovino.
Se creyeron creadores, mortales.
Se creyeron autores, mortales.
Tanto así que han roto su alma y limpiado los huesos sin beber el vino.
II
Cuanto más tiempo me quedo, más horrorizado me siento. No importa cuanto haya intentado, no entran en razonamiento.
Me he preguntado por qué y la respuesta que vino entre las nubes fue:
— No hay nada que puedas hacer.
Traté de suplicar al ver más sangre roja, espesa, caer del cuello de una infanta. Caí al suelo con ella, de rodillas, suplicando una vez más. Mis alas la guardaron en un cálido refugio, probablemente el primero que alguna vez tuvo.
Pero soy intangible y la lluvia la cubre.
Dejó de respirar en el mismo momento que lo sentí, una presencia oscura que venía a mis espaldas.
No podía creer que me encontraría con él.
—¿No es hermoso?— Dijo con una sonrisa, los dientes podridos y el aliento olía a cigarrillo. —La forma en la que se destruyen unos a otros, su propia piel desgarrándose por sus propias manos. ¿No es divertido, hermano? Todo por lo que ha trabajado y se ha caído a pedazos.
—No entiendo — musité consternado.
—¿No hay nada que podamos hacer?— Le pregunté y, oh, tonto de mí. Qué estúpido fui. ¿Por qué aún debía considerarlo un hermano sabiendo que su alma estaba empañada? De negro, si no más oscura, del vacío.
—Puede haber una manera…— Dijo y le creí.
III
He estado aquí antes, pero sin razón, lo he olvidado. Perdido en el camino me doy cuenta que no debí haber hecho ese trato. Pensé, y juro que mis intenciones eran honestas, era algo que a los humanos nunca se les había ocurrido. Pero tal vez lo hicieron y rodeados por él más que yo alguna vez fuí, debieron haberse dado cuenta.
Ahora llevo con pesadez está maldición, rodeado de la soledad y la desolación. No tengo ni un vecino, todos se han caído.
—¿Me creíste tu amigo? — Me respondió después que le pregunté si sabía.
—¡Por supuesto que sabía! ¡No hay paz con estos humanos! ¡No saben de ella ni cómo lograrla! Su destino siempre fue estar atrapados buscando la redención por cada acción.
Siempre me había considerado parte de lo divino pero sin querer me he aliado con el enemigo. Pensé que la paz mundial era algo fácil de desear, no contaba con que dicha paz solo fuera capaz sin la tonta humanidad.
Me he convertido en un asesino y hoy Dios ha sido vencido.
Recomendados
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión