Otoño en la ciudad

Quererte tan suave
que todos se den cuenta.
En la ternura está el secreto,
en los sueños la respuesta.

Quiero escribirte, pero
tengo frías las manos
y tengo tibia la lengua.
El corazón me palpita,
será que el cuerpo se da cuenta
antes que la mente,
antes que el poema.

Quererte tan lindo
que todos se den vuelta.
En la esperanza está el secreto,
en las canciones la respuesta.

Quiero escribirte, pero
hay alguna regla tácita,
hay alguna expectativa social:
debería dejar que me extrañes,
y esperar una señal.

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Las luces
o son verdes o son rojas:
encontrame a la mitad.
Mi bandera, mi bandera
hace poquito la empecé a levantar.
Si me bancás un rato
yo te puedo explicar.

Las luces
o son verdes o son verdes:
nadie quiere frenar.
Pero en tus ojos
se detiene el tiempo.
Si me bancás un rato
yo los quiero mirar.

Las luces
o son rojas o son rojas:
nadie quiere confiar.
Pero mis labios
guardan tantas historias.
Si me bancás un rato
yo te las puedo contar.

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Qué ganas
de ser una más de tus anécdotas.
Verseame toda,
yo te escribo un poema,
sabés que no tengo problema
en ser un dedo más entre tus cuentas.

No hace falta
que te rías mirando el celular.
Cagate de risa
después de besarme
y pedime hacerlo una vez más.

No hace falta
que mañana me vuelvas a hablar.
Pasé un buen rato
entre tus brazos
(yo sabía de entrada
que estabas de paso,
y que cada minuto
era para aprovechar).

Pero qué ganas, bonita,
de invitarte a pasear.
Demos una vuelta
como vos por mi cabeza;
nomás decime a qué hora
querés que te pase a buscar.

Pero qué ganas, bonita,
de que rimes mi nombre
con el chisme del día
y que se enteren tus amigas
de lo bien que la pasamos
ese otoño en la ciudad.