...
El prójimo.
Hay quienes tienen decidido, sí, decidido, que los demás no son asunto suyo. Matiz: sí para la crítica y el juicio.
Es decir, hay seres que se sienten mal por no asistir al cumpleaños del hijo, pero les importa una mierda que su empleado trabaje diez horas por el sueldo mínimo y no tenga libres ni los domingos.
Se distingue así entre quienes son propios y quienes son ajenos.
La sociedad que quieren esas gentes es un lugar de caridad, no de asistencia social ni de eliminación de la pobreza ni de solidaridad comunal.
Hay un modo claro y radical de ver el asunto:
'El pobre es pobre porque no sabe no serlo'.
Esa es la mirada del facharico, hasta cierto punto lógica, aunque egoísta e inaceptable, pero, lo peor es que, resulta evidente, también es así como lo ve, quiere verlo, el fachapobre. Sí, vecino, tú también eres así.
Por eso triunfa la maldad.
Es una putada ver las cosas como las veo.
Podría cerrar los ojos y atender tan solo al instante, a quienes quiero, a esas golosas gallinas, a las ficciones que veo y a las que invento. Podría tan solo salir a dar un paseo, decir hola si con quien me cruzo me da para ese juego. Podría simplemente vegetar desde el cerebro en lo que respecta al mundo entero, pero no pensar no es algo que yo sepa hacer, y así me encuentro.
Nadie debería tener hijos hoy. Nadie deberíamos haberlos tenido de un tiempo a esta parte. Ni siquiera los peores, pues nadie debería cargar con los pecados de sus padres. Ni pagar por ellos.
No hay posible esperanza en un mañana halagüeño. No la hay.
Todos los hijos que hoy son, van a sufrir por lo que llevan haciendo al mundo los que al mundo lo quieren solo para ellos.
Toda la Tierra no sería bastante para determinados elementos. Si algún poder pudiera repartir el universo, estarían los mismos exigiendo que fuera entero para ellos.
Lo siento mucho por los nacidos en este siglo. No es que los de antes no hayan parecido o vayan a padecer, es solo que a los recién llegados les podría quedar vida para algo bueno, pero me temo que vamos camino de un desastre de magnitudes inimaginables.
De veras que lo lamento, hijo.
... Mientras tanto:
Nubes y claros.
Me despertó con leves toques en una pierna. Abrí los ojos y la vi a los pies de la cama mirando la televisión.
Supuse que algo grave pasaba.
Las imágenes iban de ciudad en ciudad, todas reconocibles porque los encuadres de cámara estaban pensados para ello: Kyoto, Pekin, Nueva Delhi, Moscú, Roma, Berlín, se mostraban con su emblemático monumento, puente, templo... sobre el fondo de una especie de nave espacial.
-¿Qué pasa?
-No lo sé. Parece una invasión extraterrestre.
Desde que amaneciera en Japón toda gran ciudad había ido siendo techada por una desmesurada máquina de, según las comprobaciones, una longitud de 3200 metros de largo y 2400 metros de ancho.
Sin palabras.
Los informadores no dejaban de hablar, pero el resumen era ese: las naves estaban ahí pero nadie desde ellas había dicho nada. Ninguna comunicación de ningún tipo.
Una broma, decidió alguien. Extraterrestres que ven cine americano y se han querido presentar con un guiño evidente.
¡Una mierda!, dijo otro experto tertuliano. Quien llega así a casa de uno, sin avisar, sin llamar, sin presentarse, no trae buenas intenciones.
Ya saben, de todo se dijo durante ese primer día en el que a cada salir el sol, cada ciudad grande, (solo se libraron las poblaciones de menos de cincuenta mil habitantes), fue coronada por uno de esos monstruos flotantes.
Y llegó el amanecer del segundo día.
Tokio y las demás ciudades se fueron cubriendo de densas nubes. Las naves desaparecieron entre la voraz condensación. Se hizo noche lo que era un alba.
Y así siguió siendo por todo el planeta.
Yo todavía en mi cama. La película estaba muy interesante.
Por la ventana de mi habitación se veía un cielo azul sin nubes ni naves. Una vez más me alegré de haber vuelto a vivir a mi pequeño pueblo.
Y no amaneció el tercer día.
La hora era, pero tan densa la capa de nubes que no se podia percibir que el sol saliera.
Comenzó a llover. Despacio y suave pero en aumento. A los diez minutos lo hacía de forma torrencial.
Hace ya quince días de esto. Nada ha cambiado desde entonces. Lluvia incompatible con la actividad humana en las grandes ciudades y ni una gota de agua en el resto.
Ya me he levantado del lecho.
Lleva viniendo gente al pueblo desde el quinto día del comienzo de la invasión.
Sí, se ha dado por hecho que es una invasión extraterrestre. Los americanos, tan sutiles, han intentado destruir los artefactos, pero ha resultado imposible. Una especie de campo de fuerza protege a las naves. Las explosiones hacen más daño fuera que dentro.
Siguen las especulaciones.
¿Qué pretenden? ¿Por qué? ¿Son verdes?
Ella y yo subimos a la cueva cada tarde a ver desde lo alto las tormentas. Tomando un vino.
Pero empieza a haber demasiada gente por aquí.
Me voy a defecar en los puñeteros extraterrestres.
Si quieren algo, que lo digan.
¡Ostiono!
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