Os dejo leerme.

...

Cervantes versus Mbappé.

El universo mundo conoce ya más al segundo.

El primero murió pobre mientras su Quijote y su Sancho ya andaban por la Mancha desfaciendo entuertos o entuertando facios, que lo de los dos protagonistas de la excelsa novela no deja de ser un despropósito a propósito de la locura, la racionalidad, la utopía, la generosidad, el egoísmo, la lucha por el amor y por los sueños, el deseo sencillo de satisfacer las básicas necesidades... Mbappé da patadas a un contenedor de aire (odre sin vino); es multimillonario.

La obra magna de la literatura universal ya solo la leen cuatro. Se sigue editando porque tiene su tirón para coleccionistas, regalos, lucir el libro en la estantería del salón, pero es ya una biblia más para adorno y postureo.

Mbappé mueve más mercado. Lo lee el mundo entero aunque sus letras estén llenas de tacos.

Y..., apunto con la decepción del hombre que reniega del hacer del Ser Humano:

Debería ganar más que Mbappé, cualquier buen profesional cirujano.

En fin...

Creo que estoy enfermo de utopía y que no me curo ni me curaré a pesar del portazo constante con el que la realidad hace que sangre mi nariz.

Solo la idea de que quizás sea posible lo imposible mantiene mis pies en marcha, fija mi mirada en el horizonte, amansa mi alma para que mi mente pueda conciliar el sueño.

Sé que ni yo mismo me creo, pero es en la brisa de lo etéreo donde encuentro el amable estar para soportar todo el lamento.

Me muestro hundido a ese respecto, pero ahí sigo, incubando el virus de la improbable esperanza.

No sé si contagio.

Subí la noche más alta,

noche que nadie alcanza.

Subí por mirar desde arriba,

quizás viera la mañana.

Pero lo que vi...

Vi la maldad de mi alma,

el daño que causo.

Omisiones.

Actos.

Palabras.

...

En la cima prometí,

prometo,

cuando baje, al alba,

...

intentar ser bueno.

¿Pero cómo se hace eso?

¿Bueno para quién, para qué?

Pasa nada.