Como primera mención, debo dejar en claro que en un principio tenía un panorama positivo frente al nuevo gobierno que rige hoy Argentina. Me mantuve a la expectativa de su desarrollo, pero, en general, ciertos sectores no terminaron de convencerme, particularmente algunas personas en cargos clave y determinadas ejecuciones y propuestas.
Pasaré a resaltar la que más dudas me generó en este momento: Derogación de la figura del femicidio como agravante en el Código Penal. En principio, puedo comprender lo que, según el presidente, busca erradicar con esta medida bajo la idea de "igualdad de género". Sin embargo, en lo que respecta a mi más sincera opinión, remarcaría para comenzar que el tan criticado movimiento feminista, sea radical o liberal, no surgió con la finalidad de promover a un género por encima del otro, como algunos afirman.
La realidad que nos acompañó por mucho tiempo fue una estricta adoctrinación social sobre la superioridad de un género (en este caso, el hombre), ya sea a nivel laboral, intelectual o físico. Los movimientos feministas nacieron para recordar lo que está evidenciado en el pasado: el rol de la mujer estaba totalmente subestimado y relegado a tareas que no eran elegidas libremente, sino impuestas en una sociedad coercitiva.
No obstante, también debo hacer notar que ciertos comportamientos extremos dentro de los movimientos feministas no favorecen al feminismo, opacando su verdadero propósito. Creo firmemente que la palabra "femicidio" no sugiere que una vida valga más que otra. El Código Penal, en su artículo 80, inciso 11°, define el femicidio como el asesinato de una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y medie violencia de género. No se trata solo de ser mujer, sino del contexto de deshumanización, odio y violencia extrema que acompaña estos crímenes.
La violencia de género no es solo un problema de relaciones tóxicas. Es un fenómeno que saca a la luz el sentido de pertenencia que algunos hombres creen tener sobre las mujeres, aprovechando su capacidad de ejercer más fuerza y daño. Además, la elevada pena asociada al femicidio busca ser un castigo ejemplar, ya que estos crímenes suelen incluir violaciones, desmembramientos, calcinaciones y otros actos de brutalidad extrema, que no se limitan al simple asesinato. Esto también se relaciona con el artículo 80, inciso 4°, que menciona los crímenes cometidos por placer, codicia, odio racial, religioso o por identidad de género.
Aclaro que esta opinión no busca generalizar ni poner a todos los hombres en el mismo saco. Pero si el argumento para derogar la palabra "femicidio" es que no existe un término equivalente para los hombres, debo señalar que esto es incorrecto: el término "androcidio" existe y describe los asesinatos cometidos por el hecho de que la víctima es hombre.
Por otra parte, y como opinión personal, veo que la justicia avanza muchas veces de forma cuestionable y para nada rápida. No puedo imaginar qué sucederá si no existe un alerta clara frente a un femicidio. Es fundamental prestarle atención a estos casos, porque se trata de asesinos con intenciones, planeaciones y motivos diferentes. Las estadísticas muestran que el porcentaje de mujeres asesinadas por sus parejas u otros hombres es significativamente mayor al de hombres asesinados por mujeres. En cambio, los hombres suelen ser asesinados, en su mayoría, por otros hombres.
La palabra y la ley que protegen a la mujer no se tratan de superioridad, sino de poner sobre la mesa un problema evidente, que persiste: el miedo que muchas mujeres sienten de día, de noche, en compañía o en la propia casa. Es el temor a enfrentarse a sus últimas horas de vida sin saber si podrán defenderse para vivir un día más.
Muchas gracias al lector por tomarse el tiempo de leer mi opinión sobre este tema.

Gomez, M.
Ensayos psicológicos • criminológicos • filosóficos • literarios ○ Ensayos/Discursos Políticos
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