Calida es la noche, que parece abrazarme en penumbras.
Que en acuerdo complice, tácito, no susurra, solo acompaña.
Me descubre entre emociones contenidas, cercadas por la razón y que en ese asedio no pueden encontrar solución.
¿El hombre es un ser de emociones o razón?
¿Se equilibra alguna vez?
Sentir, como el fuego griego, quema todo y nunca se apaga, arrasando en tempestades.
Baladí es la razón, si lo que se siente inunda pasados y futuros.
No es mi Teutoburgo, ni debe ser mi Waterloo. No es una batalla perdida.
El alma se contiene de vociferar lo que ama y se llama a silencio.
Un silencio que parece resonar con un eco estruendoso de melancolía, fría como quién pierde el último aliento, la vida.
Y este clamor, no es de rendición, es de redención.
Quién ama, no busca razones.
Quién ama, cruza eternidades.
(Esta cruzada nocturna no me deja más que la certeza de que sobreviví al asedio, y que la razón se encuentra derrotada, solo por hoy...)
«Omnia vincit amor et nos cedamos amori», reza Virgilio.
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