No me olvido de tus ojos hediondos, tus lunares de arte desechable. No sé como será tu mirada ahora, espero que frígida, desdeñada y con la ceguera aguda, que no puedas decidir que ver y que no. Ves todo o no ves nada.
Sus manos frías sin sangre corriente, siempre tan pulcramente sucias de él, de mí. No recuerdo cuando le di mi sangre, tal vez cuando estaba dormida o cuando estaba ebria, tal vez simplemente no se la di, tal vez con sus uñas largas abrió mi pecho y rompió mis costillas para sacar mi corazón. Vi cómo se le salieron los ojos, hambrientos de mis entrañas, quería unir sus huesos con los míos, o unir los míos con los suyos, sin dejar lugar para un aliento. Quería que mis movimientos sean su violencia, un escudo y una espada, casi duele, casi no. Al final quedó en un no redondo y puntiagudo.
Armó una escultura con lo que quedó de mi piel. Tu la viste, te la mostré. Te conté su forma, te conté como cada pieza se juntaba con la otra, te conté que él amaba su composición y quería más. No hubo silencio en mi boca, mi garganta se llenaba de una mar salado con mis palabras. La sed se ha ido. Te pedí tu opinión. Te vi temblar. No, te vi caer. Caer como un ave herida, pero tu pulso es constante y tus respiraciones suaves, no te caíste, te tiraste como un saco y ahora no eres más que plumas. “No veo” Punta negra en tu lengua, se te ha quemado. ¿No ves? No. No viste, pero escuchaste. Casi te reíste con tus ojos blancos, te reíste de mí, creo. No sé nada mas de lo que soy, no sé mas de lo que me ocultan pensando que no sé. Te vi, porque yo sí se observar, y había alguien más que tú, alguien a quien nunca vi, pero siempre estuvo, una sombra oblicua, una sombra corpórea, real, cobarde a fin.
Casi rio. Lo hice, me reí en tu cara, en ambas caras, aunque ambas con una expresión idénticas se les escapaba en cada suspiro de decepción un sonido de contención, no para mí, para ti, para lo que está pegado desde tu cráneo hasta tus pulmones. Una se rió conmigo y la otra se rió de mí, no sé cuál de las dos. Lo bueno de eso es que puedo execrar cada célula muerta de tu alma viva. Lo malo es que tu ya no me sirves, porque necesito rellenar mi cuerpo, devolver mis ojos a mi cabeza, colocar mis huesos en su lugar, y tu apenas puedes moverte, ver. Puedes tocar, pero no puedes sentir. Puedes fingir, pero al tiempo terminarás como yo estoy ahora.
Espero sentada, cansada de mis gritos silenciosos, de mi brazos adoloridos de tratar de subir a la superficie, de ayudarme a intentar de respirar sin llenar mis pulmones de miedo errante. Espero sentada, callada, simplemente sentada porque al final se que esa entidad que te ha carcomido tu ser se encargará de llevarte a donde debería estar, junto a mi escultura de sangre y cielo, como mi gemela invertirá serás el llanto e infierno.
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