Oid, pero no escuchéis.

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Primera misa de Agosto.

Duro rostro.

Hoy, en los templos, dirán del maná y afirmarán que Dios provee y que, en creyendo en el Altísimo, no habrá sed ni hambre.

Imaginen lo que cambia en la vida de los fieles al escuchar estas palabras: Nada.

Allá irán porque si hay que ir se va, pero ya sabemos todos que ir pa ná es tontería.

La Naturaleza provee, ¿de donde si no?, pero hay demasiadas personas que son insaciables y así, muchas otras jamás podrán tener lo imprescindible.

Y yo afirmo que entre los que saben la Palabra están los que nunca tienen bastante, pues la escuchan pero no la aprecian y solo ocupan sitio entre los bancos para decirse creyentes.

Y es también así, que el que desde el púlpito les habla lo sabe, sabe de tanta hipocresía, pero él es como ellos, y vive de ello.

En verdad os digo: No hay maná suficiente para tanto rico y por eso hay tanto pobre.

Y es que, a pesar de lo que a vosotros os gusta pensar, la pobreza no es sustancia sino que es consecuencia.

No hay una hormiga pobre, ni una cebra pobre, ni un gorrión pobre.

El Hombre ha parido la pobreza porque se ha empeñado en la riqueza.

Esta es mi misa inocente.

Ahora acudid a la otra y mirad el altar, el cáliz, la cruz... todo ese oro y esa plata, todo ese lujo, produce miseria. Y vosotros, feligreses, no sois inocentes.

Podéis acudir al llamado de las campanas, o podéis hablar con Dios en casa "entre los pucheros anda Dios" (Santa Teresa). Él os escuchará igual y, en la intimidad hogareña, será menos la hipocresía.

¡Ay, Señor!