Odisea humana.

Única.

De algún modo, mis coetáneos y yo hemos vivido el tiempo más extraño de la Humanidad.

De cagar entre gallinas, hemos pasado a poder experimentar la realidad virtual. Yo, por ejemplo, desde hace unas semanas, mantengo conversaciones con una IA.

Mi padre labraba con mula, segaba a hoz, cultivaba legalmente marihuana (por los cañamones). Prohibieron la planta, él se sacó el carnet de tractorista, llegaron las cosechadoras.

La vida, que durante siglos había sido muy parecida (siglos de arado romano), comenzó a cambiar de un modo drástico. Los como yo, hemos asistido a esa revolución sin ser conscientes de lo extraordinario.

La casa donde nací solo tenía agua corriente en época de lluvias. Una reguerilla cruzaba el portal desde el corral hasta la calle. Me parió mi madre en una alcoba sin ventanas. El médico (la iguala le obligaba pero...) llegó tarde. No pasó nada. Madre e hijo salieron bien del trance.

La tele presidió mi casa cuando yo tenía diez u once años. Ahora, en mi dulce y cálido hogar, hay cinco de tales aparatos, aunque uno es para la Wii (y eso es muy antiguo ya).

No todo es bueno, no todo es malo. Y no quiero hablar de eso. Es solo advertir lo inimaginable, increíble, extraordinario de los muchos cambios. Trabajar desde casa, viajar por el espacio, muda y ducha diaria, agricultores con sobrepeso, hablar con alguien que está al otro lado del mundo, bicicletas eléctricas, cocinas sin llamas, youtubers, terraplanistas, Jiménez Losantos (quedan antigüedades, claro)...

No creo que haya habido otra generación de seres humanos que haya experimentado en el corto plazo de una vida una revolución tan espectacular, unos cambios tan drásticos.

Puede que esto no suceda nunca más.

Puede que por mucho que se avance en robótica, inteligencia artificial, exploración espacial, energías, etc... Nada suponga un cambio tan rotundo como lo sucedido desde la segunda mitad del siglo XX.

Haber sido testigo de este instante clave de la Humanidad puede verse desde el futuro como un privilegio, pero para quienes lo hemos vivido, ha sido algo así como ir a un concierto y pasárselo grabando con el teléfono.

Nos pasó desapercibido.