obsesiones

estábamos esperando el colectivo

y Agos dijo:

“quisiera tener

una colección de botones”,

y yo le respondí lo siguiente pero de una manera

muchísimo menos poética:

“así como la gente

almacena estampitas

hasta el cansancio.”

estoy obsesionada con el significado 

de las cosas

pero no encuentro en mi vida

un significante ni un denominador común 

ajeno a la soledad.

recuerdo a Amélie Poulain y sus absurdas

pero para nada frívolas obsesiones:

como meter la mano en una bolsa de semillas a granel,

como tirar piedras en un río para que reboten.

y la recordé ayer porque casi pero casi

tenemos el mismo corte de pelo.

tanto a Amélie como a mí 

—y a millones de humanos, pero quiero 

al menos por un rato, permanecer 

en lo ficticio—

nos rodea la fantasía de la cotidianeidad.

ver cosas en las nubes no es algo poco común,

intentar retratarlas a través de una fotografía,

tampoco; querer hacer feliz con cosas pequeñas

a los demás para no solventar nuestros propios pesares

quizás sí lo sea.

pero Amélie Poulain no es lesbiana, yo sí,

y pareciera olvidarme todo el tiempo

que ella no lo es.

si lo fuera, la historia sería distinta:

quizás más pasional y menos fantasiosa,

capaz aún más tierna, si se quiere.

pero Dolores, la que escribe, sumamente adolorida,

es lesbiana y pareciera olvidarse

que la vida no son los poemas de Sor Juana Inés de la Cruz

la vida pasa por otro lado, por uno

mucho más quejumbroso y siniestro

por uno que Dolores, la que escribe,

sumamente acaecida,

no tiene el valor de enfrentar.

y no, no alcanza, como muestran en las películas 

—sí, también en Amélie—,

en encontrar al amor de tu vida para que lo que te aqueja

se solucione instantáneamente.

yo la he encontrado;

yo la he tenido entre mis brazos

yo, con ríos de llanto de por medio,

he sabido dejarla ir.

y la recuerdo hoy porque casi pero casi

tenemos el mismo corte de pelo.