La nieve,
tan puntual como de costumbre,
anuncia las vísperas de la noche
más hermosa y dulce del año.
Luces cálidas adornan
las plazas de Nueva York,
la estrella de la ilusión
se alza sobre el viejo abeto.
Los ojos pasean, curiosos,
entre niños y padres,
expectantes.
Aquellos que siempre llegan tarde
apenas han comprado los presentes.
Quizás olvidan la importancia
de su presencia.
Un solo de jazz,
una caricia suave,
un grupo callejero,
el bullicio,
el amor de una madre.
Unos que van de aquí a allá,
niños escribiendo sus cartas.
Todos esperan la magia,
esa que se da sólo una vez al año.
Hay quienes pasan por mi lado
felicitando la Navidad,
y me pregunto cuando será
el momento en que esa magia
se produzca ante mis ojos.
Así que no duermo,
y aunque es el principio de mi viaje
busco hasta el más recóndito rincón
que merezca la pena visitar.
Y esto me llevó aquí,
a esta posada familiar
en pleno centro de Nueva York,
escribiendo en verso
aquello que en mi experiencia
me ha devuelto un poco de corazón.
Feliz Navidad, Nueva York.
Muy dulces sueños, queridos niños.

Blanca Bermúdez
Escribo para sacar del alma lo que no se puede decir en voz alta. Gracias por leerme. Quédate. Comenta.
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