Al llegar a casa Allie se detuvo delante del espejo, podía verlo, estaba ahí su reflejo ideal. Si bien parecía similar a ella, era todo lo contrario, su postura se mantenía rígida, sonreía sin dificultad, su mirada fija sin rastros de cansancio ni desmotivación, una persona que tiene todo lo que desea, incluyendo a su gata Zoe. Pero esa imagen es totalmente falsa, Allie lo sabe bien, ella no tiene lugar en esa vida. En su infancia quería encajar en esta realidad, algo más difícil y frustrante de lo que imaginaba, este mundo exige ciertas reglas y hay espacio para pocos. Por eso tomó la decisión equivocada, maquillar su imágen, absorber mentiras y escupir otras, ser lo que querían que sea y no lo que ella quisiera ser. Esa otra Allie que visualizaba en el espejo cruzó la barrera, mientras que sin darse cuenta la verdadera terminó encerrada allí, observando como esa falsedad recibe elogios y el amor de los demás, aquello que ella no posee.
—Incluso mamá te quiere más a tí ¿No? —le dijo Allie a su reflejo.
La respuesta es sí. Su propia madre aprecia más la manera de ser de su hija falsa, con mucho sentido porque creó su imágen en base a las expectativas que el resto mantenía sobre ella. Pero la única que siempre estuvo con Allie fue Zoe, aún en sus momentos de angustia, cuando llegaba a su habitación llorando luego de resistir otro día en segundo plano, fingiendo ser quién no es, esa bola de pelos se mantuvo con ella y le permitía ser libre, en cierto modo Allie solo existía con Zoe. El tratamiento de la salud de su gata fue apagando la chispa de Allie poco a poco, sabía que quedaría sola para siempre, el día de su partida fueron los últimos momentos de la verdadera Allie en este mundo. Mamá, hermanos, familiares y amigos la notaron irreconocible, como si mostrara un secreto oscuro, algo que permanecía escondido, una falsa Allie que llora desconsoladamente, angustiada por no poder hacer nada por Zoe, sin ánimos de hablar con nadie.
—Necesito escapar de aquí, Zoe vino a buscarme —supuso Allie, estirando su mano hacía el espejo, pero las yemas de sus dedos ardieron al entrar en contacto con el cristal. Su doble solo sonreía, como siempre lo hace.
Inmediatamente Allie entendió que aún no puede regresar, o que si puede, debe buscar otra salida. Antes de descansar decidió tomar su diario, apasionada por la escritura pero de mentalidad frágil, un gran sueño que quedó abandonado. Veintinueve de abril de 2014, la última fecha registrada en sus páginas, el contenido de esa hoja solamente decía:
—Zoe, Zoe, Zoe, Zoe… —así sucesivamente.
El corazón de Allie sin duda conecta con el recuerdo de su gata, los segundos con ella de hoy regaron aquella semilla reservada hace más de 10 años. Allie escribió entrando muy profundo en sus pensamientos, como si se desgarrara su piel con cada trazo, agujas en el estómago, un corte transversal que dejaba su mente al descubierto. “Ella es Allie, aunque ya no sea la misma” explicaba, recordando su forma pura de ser, sus discusiones con personas cercanas, el momento de cruzar el espejo y salir como alguien totalmente diferente pero que resulta aceptada, noches de escritura con Zoe, imaginar un mundo mejor lleno de fantasía donde el hielo quema y el fuego congela, pero al salir de su habitación ardía en llamas mientras una coraza le resguardaba, evitando que las miradas externas le alcancen. Allie siempre estuvo ahí, solamente que la única que lograba alcanzarla era Zoe.
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