Irónico cómo funciona el destino.
Por lo que uno diría es de las calles más remotas que conozco,
Una higuera pelada.
Sola.
Seca.
Y descuidada.
¿Te acordas nuestra primera vez?
La primera vez que nos dirigimos la palabra.
No pasó ni una hora y ya nos reímos como si de toda la vida nos conocieramos.
Las horas pasaban volando como si nuestro tiempo fuera ilimitado.
Me llevaste a una esquina del jardín.
Estabas emocionado,
por estar solos?
por algo que me querías contar?
mostrar?
En una vuelta,
me agarraste más fuerte de la mano
y, escondida de la multitud,
una higuera silenciosa crecía.
Me mostraste cómo elegir el fruto más maduro,
pelarlo,
y disfrutarlo.
Aunque parezca un detalle,
me endulzaba tu emoción.
había algo puro,
hasta inocente,
en tu manera de narrarme.
cuidadosamente explicarme
de mimarme.
Tal como yo exponía de fotografía a la luz del sol,
intensamente contarte de mi visión,
vos lo hiciste con la misma pasión con ese fruto de tu infancia.
Y ahora,
pasada la cosecha,
nos encontramos como el árbol de la vereda.
Con sus frutos en el piso esperando descomponerse.
No me malinterpretes, eh.
Esta imagen tiene su belleza.
Pero a veces uno piensa
“¿serán señales o soy yo que me hago la cabeza?”
Sé que no fue casualidad,
como tampoco lo fue haberte cruzado.
Pero como el fruto de la higuera,
ya terminó nuestra temporada.
Ahora solo estoy esperando a que crezcan las nuevas flores
de lo que dejamos morir.
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