mobile isologo
buscar...
Empieza a escribir gratis en quaderno

La nostalgia me devora viva, me arrebata la vida.

Pero, ¿quién sería sin ella? ¿Sin la melancolía?

Todo se siente tan romántico en mis recuerdos, el recuerdo de amar hasta las últimas consecuencias.

Tal vez solo soy una chica sentimental. Eso es todo.

Que, en este mundo imperfecto, doloroso y muerto, prefiere mil veces dormir sobre su propia nube, hundirse en sus propios escenarios, revolcarse en su misericordia antes que aceptar que todo eso que alguna vez la hizo sentir viva, ya no está. Ya no existe.

Pero la poesía, la literatura, el cine, la música, incluso mi propia experiencia; la belleza de todo aquello que me consume y me transporta a momentos felices —quizás levemente modificados por mi inconsciente— es donde encuentro el verdadero amor.

El romance de estar viva, la razón para seguir.

Quizás el próximo San Valentín me compre una pistola y termine con todo este delirio. Mientras tanto, no dejo de preguntarme:¿Escribir sobre esto es mejor que directamente morir? ¿Está bien sentirlo o es mejor acabar de una vez con tanta abstracción?

Siempre creí que las cosas rotas tienen más valor, son más bellas, porque es entonces cuando podés verlas como realmente son. Incluso cuando ya no sirven.

Tal vez soy demasiado sensible para este mundo. Perdón, quise decir: tal vez soy demasiado empática, o perceptiva, y por eso veo belleza donde realmente no la hay. Mis ex parejas son un claro ejemplo.

Capaz nunca debí leer aquellos escritos en mi juventud. Aunque, nunca los entendí del todo.

Tal vez debí haberme quedarme en la cama, leer algún comic, comer unos chocolates y dormir. Pero no, me quedé despierta, noches y noches en vela, donde mi curiosidad no se detenía. La necesidad por entenderme, por entender este mundo, por encontrar el motivo que justificara estar acá. Nunca lo encontré.

Esta necesidad femenina de querer entenderlo todo, de escarbar hasta en lo más banal de la humanidad con tal de encontrar un significado mínimo al cual aferrarse. Como si, si no lo hiciera, se me fuera con él el último suspiro.

A veces maldigo esta necesidad sofocante de querer desnudarlo todo, de desnudarme frente al mundo. Como si a alguien le importara lo que tengo para decir. Como si alguien, alguna vez, fuera a leer mis análisis sobre mi propia existencia, sobre la humanidad misma. Mi mayor y más compleja tesis.

Están presenciando el nacimiento de una fracasada por naturaleza, que solo encontró refugio en escribir para no morir. Lo intento, porque necesito algún lugar a donde ir, cualquiera, mientras no sea acá. Porque al final, acostumbrarse a esta vida no es más que otra forma de morir.

Crear arte, al menos, es más productivo. A pesar de los daños colaterales: volverse loca o quedarse sola para siempre. A veces son ambas.

¿Ustedes en qué invierten sus latidos? ¿Hay algo más útil que hacer allá afuera?

Apenas es lunes, y y yo no hice más que existir, recibiendo el amargo abrazo del vacío, ese que te observa en la oscuridad total.

Todo en mí es así. Oscuro, emocional, profundo, caótico. Levemente impulsivo.

Enloquecer en soledad es mi destino —como escuché en una canción—. Tal vez porque las almas tristes siempre estamos condenadas al vacío, a la disconformidad, al insomnio, al cansancio, a todos los sinónimos de fatiga existencial.

No soy yo misma desde hace años, pero creo que nadie se dio cuenta. Tampoco importa. Prefiero coser mis heridas con letras yo misma, y eso que aún no estoy ebria. Aunque —lo admito— me gusta armar desastres de vez en cuando.

Es otra noche en la que busco en mis recuerdos eso que aún no encuentro, eso que aún no tengo. Y es tan difícil pensar con calma cuando se me arruga el corazón.

Y lo peor es que todavía te encuentro en todo. Incluso cuando no quiero. Incluso cuando no sos vos a quien quiero seguir sintiendo doler.

Sé que vos también lo sentís, como si estuviéramos anclados. Y probablemente te encanta. Te gusta saber que mis heridas se siguen abriendo una y otra vez, que la hemorragia se expande, que escupo sangre con tu nombre en la boca.

La nostalgia me está matando, y creo que lo más difícil es admitir que, aunque intenté cerrar esa herida, sigue supurando.

Nunca estuve lista para irme del lugar que nunca dejé de amar. El lugar donde alguna vez quise quedarme para siempre.

A veces pienso en cómo me besaste ese último día, en cómo me amaste, y en cómo me enamoré de vos. Y desde ahí no te solté jamás. Desde ese día me condenaste, nos condenaste. Porque desde entonces supe que jamás podrías morir, no mientras yo tuviera motivos para escribir, para escribirte.

Ahora ya no estoy enojada, solo estoy triste. Y a estas horas los recuerdos se sienten como un castigo.

¿Y ahora qué? ¿Simplemente te olvido? ¿Te lloro? ¿Me lastimo? Perdí la cuenta de cuántas cartas te escribí. Tantas que me da vergüenza, vergüenza de saber que nunca me vas a leer.

Esta nostalgia eterna es la prueba más feroz de mi existencia, la prueba de que estoy viviendo una vida que no sé si merece ser vivida. Aferrada, condenada, medio mutilada. Pero viva, siempre viva. Por vos, por nosotros, por lo que fuimos. ¿Quién contaría nuestra historia si no?

Mientras yo exista, vos serás siempre amado, recordado, inmortalizado. Mientras tanto, contaré los días que me falten para poder olvidar, si es que eso se puede. Porque si Dios me dio esta batalla, tengo fe, algún día será quién me la quite.

Quiero que este dolor se convierta, por fin, en coraje. En fuerza, en espíritu, en movimiento. Más allá de la nostalgia. Más allá de la nube.

Y quiero dejar de encontrarte en todo. Salí de mi cabeza, salí de mis recuerdos, salí de mi ritmo cardíaco.

Mi hogar ya no es hogar si te sigo recordando.

Entonces me vuelvo a preguntar, como tantas noches: ¿Te dolió tanto como a mí? ¿O como es posible qué una parte de vos se quedó atascada en mí?

Solo me queda reír, para no llorar; como dicen por acá. Vos seguí haciendo lo tuyo, armando tus cosas, que yo sigo acá. La nostalgia hecha persona.

Pude haber sido cualquier cosa, lo que quisiera. Pero elegí ser tuya. Y esa fue mi mayor condena. El castigo más grande por mis decisiones.

Y ahora estoy pagando el precio.

¿Y el lugar al que todos llaman cielo? ¿Dónde está?

¿Qué más da? Si la escritura no me va a salvar, al menos quiero que le dé sentido a mis heridas.

Mar ₊✩‧₊˚౨ৎ˚

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión