Nos vendimos al algoritmo: ¿qué define nuestro valor en las redes sociales?
Jun 26, 2024

Las redes sociales nos hicieron creer que tenemos el control.
"Elegimos" qué compartir. "Elegimos" qué consumir. Al menos eso creemos. Intentamos, muchas veces, actuar simplemente como queremos: compartir lo que pensamos y nos gusta, socializar inocentemente para "conectar" con más personas.
Pero...
Ante la enorme demanda de un algoritmo que pone en mano de los usuarios la decisión -inconsciente, para ellos- sobre qué tiene valor y qué no a través de métricas de retención e interacción:
¿Qué sucede con la probabilidad de éxito o fracaso de artistas, comunicadores y creadores de contenido (entre otros, o simplemente cualquier marca o persona dentro de la red), según el grado de exposición y autenticidad que cada uno se permita?
El poder del algoritmo
Las redes sociales con las que vivimos hoy en días como Facebook, Instagram y Twitter (y otros) cuentan con algoritmos específicamente diseñados para maximizar el tiempo que los usuarios pasan en sus plataformas. Tanto para creadores como consumidores. Los algoritmos trabajan para crear patrones de comportamiento, preferencias y tendencias con el fin de presentar contenido personalizado. Nos seduce y nos atrapa. Este mecanismo trae consigo el artilugio de "conectar" dentro de la plataforma, ofrecernos una experiencia personalizada y prometernos visibilidad.
Pero sin embargo, deja ver más problemas que recompensas:
Para los usuarios consumidores de contenido, esta personalización también conduce a la creación de burbujas de información y cámaras de eco, donde ellos están expuestos solo a perspectivas y contenidos que no hacen más que reforzar las creencias preexistentes, limitando el pensamiento crítico. Esta influencia sutil va más allá de lo que vemos en nuestras pantallas: suele moldear opiniones, emociones y decisiones.
Por otro lado, para los usuarios creadores de contenido, la promesa de visibilidad y la ilusión de la viralidad los -nos- atrapa en un laberinto sin salida de presión para la producción constante y de calidad, al mismo tiempo que dependencia a la comparación: Más atrapados a producir contenido diariamente para mantener un +% en verde en la sección llamada "estadísticas". Y como resultado, el agotamiento mental y el estrés como consecuencias más comunes.
La ilusión de la viralidad
La clave del éxito suele ser exponernos un poco (bastante).
Exponer cada día un poquito más. Exponer qué pensamos, qué sentimos, qué vivimos. Nos convertimos en una auto-transmisión al público de nosotros mismos. Donde la métrica principal de éxito se mide en likes, shares y seguidores. Esta cuantificación de la popularidad ha llevado a una carrera frenética por la validación externa. Los creadores de contenido ajustan (y ajustamos) las publicaciones para apelar al algoritmo, a menudo: sacrificando autenticidad y profundidad por contenido más digerible y viral. E incluso, creamos nuevos puestos de trabajo con la exigencia centrada en este objetivo: reforzar la superación de expectativas estadísticas de las redes sociales. Y, por supuesto, la ilusión de "ganar" con viralidad.
Esta carrera transformó la manera en que los creadores de contenido abordan su trabajo. Ya no se trata solo de compartir experiencias genuinas, sino de seguir una fórmula que garantice el mayor alcance posible. Este ciclo perpetuo de buscar cada vez más estrategias de visibilidad y viralidad puede deshumanizar la experiencia de crear contenido, convirtiéndola en una tarea mecánica más que en una expresión auténtica.
La economía de la atención
En este ecosistema digital, la atención se ha convertido en una moneda valiosa. Cuánto retenemos, cuánto nos retinen. Los algoritmos nos hacen competir ferozmente por atención, presentando contenido diseñado específicamente para captar y retener nuestro interés. Pero también, obligando impulsando a creadores a pensar estrategias que retengan por más tiempo a sus audiencias, performando para generar interés, con contenido más valioso, más interesante, más nuevo.
Esta economía de la atención ha dado lugar a una cultura de consumo rápido y superficial, donde el contenido se valora por su capacidad de retener (más tiempo) al espectador más que por su calidad o significado. La profundidad y el pensamiento crítico a menudo quedan sacrificados en favor de lo sensacional y lo instantáneo.
La búsqueda de autenticidad
En medio de este caos digital, surge la enorme demanda de autenticidad. Porque en un mundo digital en el que ya está todo visto, solo puede destacar lo más original.
En este sentido, es el grado de interés de un público determinado el que interfiere directamente en la visibilidad de nosotros mismos, en nuestro rating dentro del mundo digital. Es obvio. Más interés, más alcance, más autoridad, y para los creadores y cuentas publicitarias: más recompensas ($). Entonces, ¿cómo sostenemos el interés mientras nos mantenemos auténticos y resguardamos nuestra privacidad?
En esta búsqueda -creo yo-, comenzamos a actuar de manera performativa. No somos más [un nombre y un apellido], sino que ahora somos [un @usuario] que puede compartirlo y contarlo todo, de una manera perfecta para mantener el interés de su audiencia. Performamos, también, para caerle bien a un algoritmo que siempre nos pide más: Literalmente, nos medimos, para saber que mañana debemos generar más.
Y no te olvides:
Debemos crear valor para sentirnos importantes.
Debemos ser guardables, compartibles.
Necesitamos aprobación, necesitamos LIKES.
Y si fallamos, nos venden publicidad.

Strunk
La palabra se explica con palabras, retrata y desdibuja, siembra duda y garantías. Habitar y explicar el mundo; y al mismo tiempo: producir cultura.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión