Si con dicha revuelves mi mundo, mientras que la paz del tuyo no parece ser perturbada,
tienes una rutina extraña cuando se trata de mí.
Un día pareces quererme, extrañarme, con acciones que regocijan al niño dentro de mi corazón.
Otro día parece no importarte quién soy ni cómo llegué a donde estoy.
"¡Hola!", solías decirme, pero ahora, como desconocidos al encontrarnos, ni un gesto jugando con tu cabeza logro encontrar.
"¿Hola?"
Te juro que quiero, pero el profesional dentro de mí no me dejará ceder terreno.
Hoy decides no quererme, y está perfecto. Sufro y lo asimilo.
Yo decidí querer no quererte, y seguramente estás perfecta: ni sufres ni te importa hacerlo.
¿Por qué, ante esos ojos, decides ignorarme, si en la privacidad de los nuestros me maravillas, danzándome con esos tonos cafés que encuentro inigualables?
¿Habré hecho algo mal?
¿Seré yo el culpable?
Te lo preguntaré cuando te vea.
Entiendo que me veas con gente, pero eso no quita que bailas en mi cabeza.
Mientras ceno en un restaurante, mi momento favorito es cuando cierro los ojos, disimulando degustar esos platos.
Porque mi momento favorito no termina ahí.
Es al abrir los ojos y esperar que, del otro lado de la mesa, te encuentres degustando lo mismo.
Si tengo que puntuar un plato, quisiera que fueran tus labios los que afirmaran que este, de tus papilas gustativas, fue digno.
Porque no me animo a besarte, y, por el momento, tampoco a invitarte a cenar.
Tendré que ser superficial y conformarme con las demás.
Lo entiendo, ¿ok? No necesito ser juzgado.
La persona al otro lado de mi mesa, aunque no seas tú, también merece ser amada.
Yo, tonto, lo comprendo y de ello me hago responsable,
pues sufro por alguien que nunca va a amarme y, aun así, no sufriré de haberme enamorado.
La evité, no cedí, e incluso intenté suplir su lugar.
Qué dicotomía la de mi corazón: una parte late por amarte y la otra por evitar ser destrozada de nuevo.
Soy consciente de que no soy merecedor de amor.
Aquella persona que alguna vez dijo que me amó, mintió.
Nos remitimos a los hechos, ¿no?
Ojalá ser amado.
Si yo, tan estúpido, me conformo con que digas mi nombre, imagínate si me dijeras:
"Te amo".
Si lo que siento fuera correspondido siquiera en un 10%, la luna lloraría de felicidad ajena,
pues ya no estaría sola en el espacio.
Mi corazón se desprendería de mi pecho, tan inflado que gravitaría junto a ella.
Luna, no puedo prometerte más que un intento de brindarte compañía.
Tú lo has hecho una infinidad de noches, y creo que ya es mi turno de demostrarte mi valía.
¿Será mi corazón el satélite destinado a ser tu fiel compañero?
Podrías persuadir a ese lacio castaño para que no sea tan dura conmigo.
De otra manera... lo veremos.
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