Nos volvimos a ver… tú, cumpliendo aquella promesa: “que así estuviéramos alejados, me buscarías”. Y ahí estabas tú, entrando por esa puerta… y mi corazón latiendo a mil. No sabía qué hacer ni qué decir; abrazarte y besarte se sentía de mentira, porque estamos tan lejos y, de un momento a otro, estamos tan cerca… compartiendo la misma cama, donde hablamos muchas cosas. Palabras que se sentían como una despedida, pero que también me refortalecían el alma.
De un momento a otro nos llevamos por las emociones, enredados en la misma cobija, volviéndome a hacer sentir cosas que creía muertas… mientras las revivías con tus caricias y tus palabras susurradas al oído, palabras que gritaban un “también te extrañé”, aunque ninguno de los dos se atrevió a decirlo. Sin mediar palabras, los cuerpos hablaron de lo que sentía el uno por el otro… pero también hablaron de que no volverían a coincidir.
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