Después de desvivirse hasta el último momento, supo en la oscuridad de esta noche la verdad que permanecía oculta:
Ya no se trataba de noches de incertidumbre, solitarias, en medio del todo y la nada.
Noches con el corazón en las manos, resbalandose, y la sangre hirviendo para pasar el frío.
Noches en las que mejor no ver, ni sonreír, ni sentir.
Noches donde es imposible distinguir si el viento está silbando o si alguien está gritando por ayuda.
Noches con un sol menor, alejado, pero que se repite.
Noches en las que los ojos más brillantes desaparecen en la neblina.
Noches blancas; salen a flote los miedos, los sueños incumplidos, la tristeza de seguir viviendo.
Noches tan oscuras como una quemadura en el alma.
Noches sin un lugar donde resguardarse, ni donde huir, ni qué esperar.
Noches con el rostro más pálido, casi inorgánico.
Noches en las que el amor puro es vencido por su propia fuerza.
Noches de sentimientos enterrados, porque hurgar en ellos es doloroso.
Noches donde olvidar es bueno porque evita pensar en lo malo.
Noches donde olvidar es malo porque hace parecer que ya no quedan cosas buenas.
Noches en las que ángeles se corrompen, se transforman en lo mismo que todos.
Y esta noche ya no tiene mañana...
solo quedan noches muertas
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