"Poder decir adiós es crecer".
—Gustavo Cerati
"Sometimes, givin' up is the strong thing".
—Taylor Swift
Se ha generalizado que no-volver resulta visto como rendirse a los pies de uno de los aspectos más sucios de la cobardía, y por ende refiere a mostrar inferioridad frente los sucesos de la vida y cómo estos nos ganan. Decir "si te quiere, te busca" o "todos/as vuelven al lugar donde fueron felices" no demuestra más que lo contrario, porque volver representa exponerse nuevamente a lo que te hizo irte y la continuación repetida de esto, en una o varias relaciones, demuestra la incapacidad a aceptar que la dependencia temporal no es sostenible. Evadir esa realidad tropezando con la misma piedra habla de una actitud acobardada por modificar las cosas y deja visto que la elección de quedarse sin nada es solo hecha por quienes poseen la valentía y conciencia de aquello.
Entonces bien ¿qué significa no-volver? El acto del no retorno es la señal viva de observar aceptada la pérdida, debido que ya no hay nada a lo que regresarse. Expresó William Shakespeare: "Los cobardes mueren muchas veces, los valientes solo una vez". El cobarde muere todas las veces que regresa sin motivos. El valiente solo muere cuando tiene un motivo para no hacerlo.
Aceptar la pérdida se lleva a cabo al haber abandonado por completo la relación y haber renunciado a su prosperidad. Estos actos de abandono y renuncia enaltecen el autoconocimiento y los límites de quien la acepta, demostrando consigo el cómo no-volver es un heroísmo; sin embargo es un concepto de heroísmo puramente interno y que en ocasiones se lo tilda de egoísta por elegir la preservación del bienestar propio. Ahora bien, ese heroísmo interno es una lucha emocional, alejado de la ceremonia en las gestas a héroes clásicos; porque esa valentía, aparentemente simple, encierra la batalla más ardua: la confrontación al apego y el espejismo de lo que pudo ser.
Metaforizando el concepto de heroísmo interno está Don Quijote de la Mancha, quien debe ser el personaje más valiente de la Literatura Universal. A pesar de poseer una notable inestabilidad entre lo real y lo imaginario que preocupa a quienes lo rodean, jamás se dejó doblegar en su misión de ser caballero andante. Pasando por alto su visión del mundo y el resultado de sus salidas, Quijote cabalgó con la valentía de enfrentarse a lo que fuese y se confrontó al hecho de no rendirse y al deseo de volver, incluso después de tantas batallas perdidas y de haber sido engañado, subestimado, humillado y maltratado. Su heroísmo está en su perseverancia y firmeza. Sin embargo, al perder su último enfrentamiento y ser obligado a nunca más salir, vemos su derrota, su final. El volver a La Mancha significa el fin del personaje.
Aunque sea un personaje ficticio, todos deberíamos tener un poco de Quijote: perdemos más de nosotros mismos al conformarnos que afrontando nuestros deseos y búsquedas reales, aún cuando ese camino esté completo de sorpresas terribles. De manera semejante, el sentimiento heroico que lo acompaña también se refleja en el fin de una relación: porque así como el regreso de Quijote fue su rendición, el regresar a un vínculo roto es ser vencido. Volver sería habernos dejado vencer.
Ese sentimiento a la vez nos conduce a batallar contra el autoengaño de aferrarnos a las relaciones que no funcionaron, a los sucesos que no ocurrieron y a no conspirar bajo nuestro miedo a la soledad; buscamos perpetuar lo conocido sabiendo los daños que eso ocasiona y que deberemos reponer, porque volver a la persona que nos hizo feliz en el pasado no implica nuevamente volver a aquella persona ni a aquella felicidad, y otra vez no resulta lo mismo.
Aquel heroísmo en renunciar implica en un llamado para renovar la idea de los fracasos en las relaciones. No-volver visibiliza las cosas que rechazamos de los demás y bien sabemos no merecer. Es un acto consciente que enaltece el crecimiento en favor de la realidad y preserva nuestra paz. En la Odisea, si Ulises hubiera aceptado quedarse con Calipso y las riquezas e inmortalidad que la ninfa ofrecía, la lucha interna del héroe por retornar a Itaca hubiese acabado; pero aún así soportó la ira de Poseidón y tras largo tiempo volvió a su tierra con profundas batallas en su misión. Tal vez Ulises sea un claro símil de procesar un duelo: perdiendo, ganando, sufriendo y esperando con paciencia.
Por su parte, el duelo es la esencia del heroísmo interno porque no niega la presencia de sufrimiento, y darle ese espacio es generar un diluvio de razones que nos purga de la renuncia a la relación. Así el duelo construye el futuro con las ruinas del pasado que preferimos no construir; pero si reconstruimos esas ruinas podemos caer en una trampa que perpetúa en ciclos de dolor, y romantizando el retorno ignoramos los motivos del derrumbe.
En conclusión, el heroísmo de no-volver no recae en destacar por grandes hazañas sino en lo contrario, en actuar con pequeños silencios de reflexión. El gran heroísmo nace del saber que lo perderás todo y lo enfrentas para priorizar la búsqueda del bienestar propio, y el gran héroe nace a partir de aquel que muere con un motivo verdadero y no se autoconvence con cien excusas falsas.
No-volver tampoco es un exilio, de quien nos vamos no es nuestro hogar, y hasta tal vez nunca fuimos bienvenidos. No-volver es una libertad. Es aprender que mañana es mejor y hay miles de puertas por abrir. Y en el absurdo de vivir hallaremos algo para nuestro ser como persona. Incluso cuando todo parece desolado siempre habrá momento para amar, y llegará alguien que algún día solo nos hará pensar en amar y quedarnos.
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Gonzalo Lloret
18, poeta gran parte del tiempo, dramaturgo cuando me aburro y ensayista cuando me siento superior
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