No vale esperar, sino construir

Soy una enamorada de la idea del amor leal en un mundo que prefiere las relaciones pasajeras, y eso me define como persona.

Me veo rodeada de una sociedad donde lo superficial parece ser la norma, donde las conexiones profundas son reemplazadas por la inmediatez y el sinsentido del miedo al compromiso. Sin embargo, yo elijo creer en un amor que va mucho más allá de eso; que se construye con tiempo, dedicación y respeto mutuo.

El amor no es algo que simplemente llega y se va, sino un sentimiento que se alimenta cada día con pequeños gestos y grandes decisiones.

Siempre ando soñando con esa conexión que va más allá de las palabras, con miradas que lo dicen todo y silencios que no incomodan. Porque el amor es un refugio en medio de la incertidumbre, una luz que guía incluso en los días más oscuros. Es la certeza diaria de que alguien te conoce, te acepta y está dispuesto a caminar contigo, no porque sea fácil, sino porque ambos saben que vale la pena.

Este pensamiento puede sonar anticuado para algunos, especialmente en un mundo donde se prioriza lo instantáneo y donde muchas veces el amor parece confundirse con el deseo. Pero yo creo que la verdadera fortaleza está en permitirse sentir profundamente, en arriesgarse a amar aunque eso implique vulnerabilidad.

El amor que defiendo no tiene que ver con la perfección, sino con la autenticidad, con la conexión humana. Se trata de aceptar las imperfecciones, de acompañar y ser acompañado, de crear algo único juntos.

Y aunque a veces esta forma de pensar me haga sentir fuera de lugar, estoy orgullosa de ser quien soy.

Porque al final,

prefiero ser fiel a mis principios y creer en el poder del amor verdadero,

aunque eso me convierta en una soñadora

en un mundo que, muchas veces,

parece haber olvidado soñar.