No tengo nada

Yo antes tenía objetivos, una visión a futuro, cosas que me motivaban a vivir. Antes había algo, aunque fuera mínimo, que me impulsaba. Pero ahora no tengo nada. Nada me gusta, nada me llena, nada me interesa, nada me moviliza. Estoy muerta en vida.

Es desesperante. Porque no es solo tristeza. Es vacío. Es sentir que todo lo que alguna vez me importó ahora me da lo mismo. Es despertarme y no encontrar un solo motivo para salir de la cama. Es mirar para adelante y no ver nada. Solo niebla. Oscuridad. Silencio.

Siento una angustia que no puedo explicar. Una tristeza que no se va. Una desolación que me atraviesa el pecho, como si alguien hubiera construido una cueva dentro mío y me hubiera dejado ahí sola, sin salida. No tengo ganas de nada. No me emociona nada. No hay nada que me conmueva. Todo lo que antes me movía, ahora no significa nada.

Estoy caminando por la vida como si no estuviera realmente viva. Respiro, hablo, hago cosas, pero adentro no hay nada. O peor: adentro hay un ruido insoportable, una voz que grita y no se escucha, un dolor que araña, que empuja, que duele en lo más profundo. Me estoy arañando desde adentro. Literalmente. Como si algo dentro mío intentara salir, pedir ayuda, romper el silencio… pero no puede. No hay forma. Me estoy desgarrando por dentro.

Y lo peor es que no sé por qué. No hay una causa concreta, no hay un hecho claro. Solo pasó. De a poco, sin que me diera cuenta, todo se fue apagando. Lo que me gustaba dejó de importarme. Lo que soñaba dejó de emocionarme. Las personas, las metas, el futuro… todo perdió sentido. Todo se volvió distante, borroso, ajeno.

Y entonces aparecieron el cansancio, la apatía, la culpa. La sensación de no poder. De no querer. De no servir para nada. Y con eso, el miedo. Miedo de quedarme así para siempre. Miedo de no volver a ser yo. Miedo de que esta sea la nueva versión de mi: una existencia sin vida.

No sé cómo seguir. No sé qué hacer. No sé a quién decirle esto sin sentir que molesto. Pero lo necesito. Necesito que alguien me vea. Que alguien me escuche. Que alguien me diga que no estoy sola. Que esto tiene salida. Porque yo, ahora, no la veo. Y no puedo más con este peso.