No hay un día que no piense en ti, que no recuerde tu delgada figura en el primer momento que te vi. El ambiente iluminado por el dorado sentía cabellos ondulados y finos cual hilos de seda. No he podido olvidar aquella sonrisa leve llena de miedo e inseguridad, que luego con el transcurrir del tiempo se transformó en una amplia muestra de alegría y sonoridad con tus carcajadas.
Nadie se fijó en ti como yo aquella tarde cuando caminas por los pasillos y observabas a tu alrededor buscando detallar los errores y fallas ya cometidos. Nadie se fijó en tus frágiles y largos dedos, escondidos entre el cruce de tus brazos buscando el calor ante el frío del ambiente y la actitud de los que estaban allí en sus labores.
Solo yo me percaté de tu andar cuando al pisar con tu pie izquierdo éste intentaba esconderse por dentro. Pero ese defecto en ti era la perfección que te notaba. Recuerdo cuando andabas apresura luego, yo buscaba ubicarte para solo admirar en mi soledad tu ir y venir. Mientras otros huían de ti, yo buscaba acercarme más sin que notaras el fuerte palpitar de mi corazón.
¿Acaso no te diste cuenta que ansiaba rosar tu piel con mis dedos cuando me acercaba a ti? ¿No te percataste de como intentaba oler la fragancia de tus cabellos recién mojados cuando pasabas a un lado sin mirarme? ¿Cómo no te percataste del sonido de mi corazón cuando pronunciabas mi nombre?
Solo yo tengo grabado en mi mente la forma del jeans ajustado sobre tus posaderas. Solo yo me hice dueño de ese recuerdo mientras los demás se escabullian entre los pasillos. Solo yo me percaté del pequeño lunar que sobresalía en tu blanca piel en el lóbulo de oreja izquierda. Solo yo me sentía dueño de ese lunar. Solo yo ansiaba besarlo y soñaba con morder lo en las noches.
No era sufrir en tu ausencia, era morir lentamente cuando no te veía. Era sentir que me faltaba el aire cuando no estabas caminando cerca. Era una agonía escuchar que no asistirias. Un dolor que no podía expresar ni gritarle a nadie pues era un secreto profundo. Quise tantas veces tomarte de la mano y antes que parpadearas poder sentir la calidez de tus labios en los míos. Quise tantas veces abrazarte y que sintieras el calor de mi amor en tus pechos. Quise tantas veces y no pude.
Imaginaba que tú me querías en tu mente, imaginaba que me amabas en tu corazón, que andabas acercarte a mi oído y decirme en susurros lo que te hacía sentir con cada roce de mis dedos en tus labios. Imaginaba un sueño sin dormir y una realidad que no existía.
¿Dónde están ahora esos suaves y ondulados cabellos? ¿Quién más estará admirando tu andar como yo lo hice un día? ¿Acaso estarán en boca de alguien mas eso delicados labios color rosa? ¿Estarán los vellos de tu piel erizandose ante el roce de unos dedos?
Yo soñaba con ese color pálido de tu piel sin nada que la cubriera más que mis labios regalando te besos sin descansar; rozándola con mis dedos mientras tú respiración agitada traiciona a a tu mente con algún gemido... Nadie como yo imagino algo tan perfecto como la figura de tus pequeños pechos moviéndose en aquellas agitadas noche de placer bajo las sábanas y siendo tan solo un testigo la luna misma que ante tanto estupor menguaba su belleza.
¿Qué te has hecho? ¿Dónde estás escondida de mis ojos? ¿Acaso deseas mi muerte que te has ido de mi vida sin decirme siquiera un adiós con la mano, como cundo te despedias al final el día? ¿Acaso hice mal en amarte en secreto que así fulminas mi vida?... Porque este mal no es culpa de más nadie. No fui yo quien se enamoró de ti. Ere tú quien me tentó al aparecer en mi vida. No soy yo, eres tú.
Alejandro Barrios
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