Yo no soy especial. Me desplazo por el mundo como un reptil, y lo detesto. Agazapada en mi intransigencia, en la férrea convicción de mi insuficiencia, en el perpetuo disgusto de mis facciones austeras. Tengo tantas cosas por decir, que en la punta de la lengua se amontonan las palabras y soy incapaz de pronunciarlas. Ya no pienso, no. Yo solo siento, y lo que siento es mi alma astillada hiriéndome por dentro.
Yo no soy especial. Un poquito dramática, sí, pero solo eso. Es que hay días en los que quiero ser únicamente pedazos para que alguien venga a armarme; que en manos ajenas mi dolencia se desvanezca, que mi desdicha se evapore. Mi soledad se interpone. Por eso sufro, sí. En el fondo no soy más que una niña impresionable. Yo no sé nada, nada importante.
Yo no soy especial. No soy de magnas sapiencias ni de grandes habilidades. No soy de anécdotas increíbles ni de vivencias peculiares. No soy de apariencia sublime sino de irrisoria imagen. No soy todo lo que me gustaría ser. No soy todo lo que te gustaría que sea.
Yo no soy especial. Soy igual a todos los que esperan que el amor sea el antídoto. Psicótica, un poco loca. No tengo respuestas lógicas sino certezas inexplicables: sé lo sé porque lo siento. Lo siento en este corazón de fuego. Lo siento en estos huesos donde mi angustia reposa. Lo siento en estos ojos que podrían alimentar océanos. Lo siento en esta boca que, en lugar de buscar príncipes, recita poemas. Lo siento en estas manos ásperas que siempre están hambrientas. Lo siento en este pecho que más que pecho es una jaula sin puerta. Lo siento en este estómago que vive en huelga. Lo siento en esta cabeza que alberga utopías y venera nombres. Lo siento en estos dedos que buscan en los versos constelaciones.
Yo no soy especial. Camino entre jardines de alquitrán, anunciando mi mesura. Cierta reticencia me prohíbe acortar distancias. Hallo vergüenza en mis límites, y cada tanto enciendo un cigarrillo como para nunca olvidarme de mis orígenes: vengo de una tierra despiadada que solo conoce sudestadas y vendavales, que solo sabe aclamar el desprecio. De ella recuerdo el salitre y el dolor, y cómo envidiaba yo al lucero que brillaba sobre la playa: su resplandor cálido, su fulgor eterno, su belleza inalcanzable; que por las razones correctas ardiese y que nadie lo condenara.
Yo no soy especial. Con debilidad, me aferro aún a la vida porque estoy demente pero no completamente ida. Desamparada, así me describiría. Lunática. Perfeccionista. Extraño la precisión de dos dígitos y la nomenclatura que me atribuía. Anhelo las aristas, la ligereza, el filo de las rodillas. Aunque no siempre pienso en todo lo que tenía, hay noches como esta donde los bordes de las cosas resplandecen como lo hacían en aquel septiembre y recuerdo el consuelo que alguna vez me obsequió la destrucción. Me dejo seducir por la muerte, como para sentir que algo me desea como soy.
Yo no soy especial, pero quiero serlo. En cada estrella fugaz pido el mismo deseo.
Recomendados
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión