Me nombraron sombra errante, me arrojaron sin clemencia,
y en sus labios fui presagio de pereza y decadencia.
Como un cuervo entre suspiros, me miraron desde el cielo,
y dijeron: “no la imites, pues arrastra su desvelo”.
Mis hermanos, elevados, como antorchas en la bruma,
y yo, cifra malograda, en la suma de su espuma.
Mas mis pasos—lentos, mudos—cruzan ruinas sin sonido,
soy la flor que nace sola, en jardín desconocido.
“Buena para nada”, claman, “sin destino ni porvenir”,
pero ignoran que en las criptas, los que callan van a abrir
mil pasajes invisibles, donde el alma es la que arde,
y aunque no me vean viva… resucito sin que tarde.
Yo no soy el eco roto de su orgullo iluminado,
ni la rama que se quiebra por no haberla acariciado.
Soy la lágrima que aprende a volverse lluvia lenta,
el veneno que, al beberlo, da la cura más violenta.
Si mi nombre es maldecido, si me igualan a la nada,
yo me alzaré entre tinieblas como luna ensangrentada.
Y al final de su desprecio, cuando el juicio ya no engañe,
verán que aquella caída… fue la que al fin los calle.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión