No seríamos nada sin la manada,
sin aquel lobo que desprende el fruto de su rama,
sin círculos fervorosos de sangre,
sin sacrificio,
sin fe,
sin un corazón aterrado.
Cuando inicia la manada,
no somos más que hambrientos,
de carne trémula,
costillas rotas,
o sangre estancada.
Si el cautiverio es sofocante,
seré la luz,
que te dé la señal para atacar,
y si estás cansado de acechar la presa,
no tendrás más remedio que roer sus huesos,
su último suspiro,
los restos de tu rabia reprimida,
o aquello que encontraste en mí.
No tendrás piedad,
provienes de la costilla de tu madre,
honrarás sus dientes,
aquella carne que despedazó para alimentarte,
hoy serás más que carne,
serás más que sangre,
serás manada,
serás presa.
Cansados de esta piel insulza,
como lobos ensangrentados,
no dejamos rastro de nuestro yugo,
la manada nos hizo salvajes, feroces,
nos hizo ver que somos más que animales,
no seríamos nada sin la manada.
Y cuando nos dejará de gustar,
correr,
mientras esperamos,
a la defensiva,
a que el otro hiera primero,
que entierre profundo,
aquella ilusión de amor,
que nos hizo creer,
en nuestra propia piel,
en la ternura,
en la violencia,
en la manada.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión