Te busqué sin saberlo
entre pasillos de fideos
y vitrinas empañadas,
donde el aire huele a soledad frita
y las palabras llegan siempre tarde.
Caminabas distinto,
como si el suelo no te doliera,
como si la música fuera
algo que podías habitar.
Yo contaba los días
en latas de piña vencidas,
esperando que el corazón
se olvidara de recordar.
Había algo en tu silencio
que gritaba más fuerte
que todos los taxis de la ciudad.
Algo en tu forma de mirar
sin mirar,
de quedarte
sin quedarte.
Y sin embargo…
nos cruzamos.
Como dos sueños
en diferente idioma,
como dos trenes
que pasan por la misma estación
a horas distintas.
Yo, con mi uniforme arrugado
y un paraguas que nunca abrí.
Tú, con los audífonos puestos
bailando canciones que sólo tú oías.
No supiste que te esperé.
No supe que ya habías llegado.
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