No quiero presumir, pero la muerte se ha ido. No está lejos, pero ya no me acecha. Los veo cerca de otros, agazapada. Escondida tras los arbustos, meciendo una cuna, colándose entre las plañideras. Todo son cosas arrinconadas en la oficina, la habitación llena de humo.
El colapso. Todo es tu culpa si te quieres ir, todo es tu culpa si te quedas. Decisiones que eximen a los verdugos. El viento canta como el mar, y se estremece como las olas. Ahogarse sería como soñar. Me detengo, pienso. Por qué ha de respira su aliento. Ninguno de ellos está realmente vivo. Sus latidos, son mecánicos, ansiosos, melancólicos. Muertos. Todos exigen respuestas.
No las tengo, no puedo decir que tengo la solución justo ahora. Paralizada de mí misma, de los pensamientos que se cuelan. Algunos quieren volar antes de caer bajo tierra. Me inundo de inseguridades y trato de encontrar la feminidad en Kafka a través de las manos de Lispector mientras se toma un café.
Si fuera un átomo descubierto por filósofos, de seguro aclamarían que, de todas las paradojas humanas, aquí…aún hay vida.
Imagen de Omar Eltahan

Verónica Abir
Solo lo intento cada día, como respirar. Ves tus ruinas como son, libres de la ilusión, las expectativas (...) de modo que por fin puedes empezar a contar las tuyas. BELMAR, Issac
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