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No quiero

No quiero
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31.01

Me acostumbré al cautiverio de la disociación. Agarrada de pies y manos en un espacio sin luz. Entro en los datalles de intentar salir afuera. Todo lo que antes era deseo, era la vida, pulsión, fue transformado en cenizas, dolor, que arden permanente por el fuego de la destrucción. Si saco una mano empujada por dos líneas que tratan de unirse, empieza a arder y hasta que no lo hago realidad la desintegración no se va de mi propia piel. Es como un impulso interno de rabia que quiere romper cristales del pasado. Gritar y defenderse y no pudo y ya no se puede. Tanto maltrato y volvía a encarrilarse al amor con la estúpida dopamina. Tan vulnerable, con los ojos repletos de ilusión hasta que las abejas clavaron todas juntas su aguijón. Fue como si un montón de manos hubieran ultrajado mi cabeza como quienes roban caramelos en un tazón. Estrujada cada neurona, hasta convertirse en trapo. De trapo, un escudo humano. Estoy encerrada en el cautiverio del trauma emocionalmemte agotada de sentir dolor porque todo lo que me daba vida desgarrado con presición.

Respiración que mantiene un alma rota en cautivero, respira en el encierro para mantenerse despierto en la cobardía de la desazón.

Sola con la libertad de este cautiverio que no me deja vivir, honrando mi vida con recuerdo, que me hace seguir viviendo una vida que no quiero.

Notas erráticas que intentan dar cuenta

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