No sé si lo lamento.
Queda poca opción, pero da igual si fuera mucha, el ser humano, por egoísta y usurero, inconsciente, obtuso, prepotente, traidor a sí mismo, violento y, al fin, estúpido, no va a hacer lo que debería. Ni pudiendo ni no.
Toca ir despidiéndonos del mundo, del suelo que pisamos, de los seres queridos, de los besos por dar y de los dados.
Nunca hubo vuelta atrás, aunque sí hubo remedio, pero no quisimos verlo. No quisieron quienes tenían mejores gafas, mejores medios. No les convenía porque perdían Poder, dejaban de amasar dinero.
Hoy ya es tarde para todo, pues aunque quede alguna posibilidad, no ha cambiado el criterio. El humano afán es eterno.
No sé si me duele. Quizás por mi hijo, que no va a tener tiempo de gozar lo que todavía no ha aprendido a disfrutar: la calma, las puestas de sol, leer un buen libro por el puro placer de leerlo, enamorarse, ser consciente de la brisa, del canto del ruiseñor. Ser su propio dueño.
Por lo demás, la esperanza optimista de que al planeta le irá mejor una vez acabe esto. Una vez acabe la sinrazón humana.
Y estamos a un paso.
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