Quiero quedarme, habitar el dolor, hundirme en el hueco de tu cintura para respirar lo último de mi decencia. Quiero ahogarme en mis palabras y sólo decir un suspiro, tenue, tan leve que apenas salga como llanto y empape tu cuerpo en los porqués de todo mi sentir, como si tan sólo decirte que lo arreglaré sea la verdad con la que me convierta en pájaro para huir de mi propio pecho.
Puedo ser del tamaño justo para que me dejes vivir en tu bolsillo con las últimas migajas de suciedad que guarda ese rincón que nunca revisas, que dejas ser, que aceptas por resignarte a luchar contra lo que te agota. Déjame atarme a tus dedos, caminar rápido para que te olvides de preguntar todo lo que no entendés, ser del tamaño exacto para que ya no me veas y sepas que desde abajo el dolor no se escucha.
Puedo callar, puedo pisar las puntas de mis pies y jugar a que bailo una danza que no se va a acabar, que no ves porque aún no está libre de errores, que necesita un mimo para no molestar más. No haré ruido, con los ojos te prometo un silencio que entiende razones, que se duerme en el manto de tu alma, siempre en silencio y sin ocupar espacio.
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