Siempre me resistí al "no". Paradadojicamente, no me gusta.
Cuando se pronuncian esas palabras solo queda hacer oídos sordos. Así se callan las voces que gritan "no", pero empiezan a hablar las de adentro.
Desmericimiento de lo que se desea, desmotivación, que no es lo mismo que la no motivación.
El que busca no encuentra y al que encuentran no lo buscan.
No, no y no.
La palabra "no" irradia verdad, al contrario del sueño, que se asemeja a una ilusión negada por una realidad que solamente le dice "sí" al rechazo.
Con dos letras es suficiente para derrumbar un reino entero, posteriormente provocando las más temibles calamidades sobre el mundo.
Solo una sílaba desconcertaría a los dioses, expulsados de su figura prestigiosa; de sus privilegios, su futuro y de todo lo que nos niegan desde un principio, si es que lo hay.
No hay duda de que un simple "no" te hace recorrer por todos los "no" que escuchaste, que te dijeron, y que más de una vez terminaste creyendo...
Quieras o no.
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