No me encuentro

Se mete en los huesos como un veneno lento,

una voz que susurra, que arranca, que exige.

No hay descanso, no hay tregua,

solo el espejo y su filo constante.

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Las manos recorren lo que el reflejo odia,

pellizcan, estiran, esconden.

Pero la carne nunca es suficiente,

siempre sobra, siempre pesa,

siempre está mal.

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Las fotos son trampas de luz y mentira,

congelan la imagen en ángulos crueles,

y en cada destello descubro

otra falla, otro error,

otro motivo para odiarme más.

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El hambre se calla,

la piel se cubre,

el cuerpo se esconde tras telas anchas

y excusas vacías.

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Pero sigue ahí.

Sigue quemando.

Sigue devorando cada pensamiento,

cada mirada, cada día.

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Y cuando intento respirar,

cuando quiero soltarlo,

la voz regresa,

afilada, urgente:

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No te detengas.

No puedes parar.

No puedes escapar.